CLM, la región de interior con más mortalidad por violencia

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Castilla-La Mancha tiene un promedio de tres víctimas mortales al año por cada millón de mujeres, una tasa pareja a la del conjunto del país.

CLM, la región de interior con más mortalidad por violencia

El 20 de abril de 2019  fue asesinada la víctima número mil de violencia de género desde que contabilizan estas muertes en España, algo que se empezó a hacer en enero de 2003. El Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género publicó ayer un informe estadístico que analiza los crímenes machistas ocurridos en España en ese período. Del estudio se desprende que durante esos dieciséis años y cuatro meses hubo un asesinato machista cada semana y una media de 61,3 víctimas mortales cada año en el país.

El análisis de tasa de mortalidad arroja una distribución geográfica dispar de casos. La media en España es de 3,1 víctimas mortales al año por cada millón de mujeres mayores de 15 años. La media en Castilla-La Mancha es muy pareja, pues está en 3. La comunidad es la octava que tiene un mayor tasa de mortalidad, pero la primera de las regiones de interior. Aunque está en la mitad de la tabla, todas las que quedan por encima de ella son costeras como Baleares, que tiene una tasa de 4,9, seguida de Canarias con  4,6. También tienen tasas de mortalidad superior a la media Comunidad Valenciana, Andalucía, Asturias, Murcia y Cataluña. De todas las comunidades, Extremadura es la que tiene una menor tasa de mortalidad al año por cada millón de mujeres, pues está en 1,6, la mitad que en Castilla-La Mancha.

El informe revela que en el conjunto del país, la tasa promedio fue peor en los primeros años, llegando a los 3,6 y disminuyó en la segunda mitad del período, hasta los 2,7.

Entre enero de 2003 y abril de 2019, el promedio anual de mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas en España ha sido de 61,3. El año más trágico fue 2008, con 76 víctimas mortales, y el año con menos crímenes machistas fue 2016, con 49 casos.

La edad media de las víctimas, 42,2 años. La edad media de las víctimas mortales de la violencia machista en España en el periodo sometido a estudio fue de 42,2 años. Algo más de la mitad de las mil mujeres asesinadas (538) tenían entre 26 y 45 años, pese a que esta franja de edad solo representa un tercio de la población de mujeres mayores de 15 años.

La mayoría de las mil mujeres asesinadas (655 en total) eran españolas. El análisis por zonas geográficas muestra que la mayor parte de las 345 víctimas extranjeras eran originarias de América Latina (46,1%), seguidas por las procedentes de Europa (35,7 %), África (14,8%) y Asia (3,5 %).  

Tres de cada cuatro mujeres asesinadas entre 2003 y 2019 (el 75,2%) eran madres y en la mitad de los casos (49 %) los hijos eran menores de edad. Las mil mujeres asesinadas dejaron huérfanos a 765 menores, de los que 499 eran hijos o hijas del agresor y los 266 restantes, fruto de relaciones anteriores o posteriores de la víctima.

La convivencia con el agresor es otro de los factores que aumentan el riesgo para la vida de las víctimas: el 60,5% de las mil mujeres asesinadas mantenía la convivencia con su agresor en el momento en que ocurrieron los hechos. Poco más de la cuarta parte había denunciado a su agresor.

Según expone el Observatorio, este informe se ha elaborado a partir de los datos objetivos contenidos en los expedientes judiciales y por eso proporciona una visión global de los mil asesinatos a partir de indicadores como edad de víctima y agresor, relación entre ambos, existencia de hijos, nacionalidad o lugar en el que se cometió el feminicidio, entre otros. A partir de esta información y de la elaboración de los perfiles de víctima y victimario, puede afirmarse que la violencia machista afecta a todos los ámbitos y orígenes, sea cual sea la nacionalidad, clase social, grupo étnico, edad o nivel de estudios.

La vocal del Consejo General del Poder Judicial y presidenta del Observatorio, Ángeles Carmona, señala que este análisis estadístico permite conocer la forma más cruenta de la violencia machista y, a partir de ahí, mejorar los protocolos y herramientas dirigidos a la protección de las víctimas.