Hacia el final de un maltrato encubierto

EFE
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El inicio del curso universitario reabre el debate sobre la necesidad de erradicar las novatadas

Existe mucho miedo entre los estudiantes noveles a hablar sobre el tema porque se entiende como una señal de «deslealtad». - Foto: Christian Castrillo

La relajación de las restricciones contra el coronavirus de cara al nuevo curso universitario dibujan un escenario ideal para las tradicionales novatadas. Y es que, el empeño de los colegios mayores en los últimos años para acabar con estas prácticas no es suficiente. ¿Hacia dónde caminar para erradicarlas?

La actuación en el ámbito universitario ha reducido su impacto y, además, ha contribuido a que otras instituciones se sumen a la causa. La pasada semana, los colegios mayores de Madrid firmaron el convenio No a las novatadas, junto al Ayuntamiento y la Policía Municipal. En paralelo, el Consejo de Ministros dio luz verde a la nueva ley de convivencia universitaria, que castigará con hasta dos años de expulsión al estudiante que realice novatadas graves.

Gabriel Beltrán, presidente de la Asociación de Colegios Mayores de Madrid (ACMM) y director del Colegio Mayor Alcalá de Ciudad Universitaria, recalca que los abusos están desterrados de los centros, pero se han trasladado a parques, plazas y calles. Por ello, destaca la importancia de la «concienciación» de los estudiantes.

Actualmente, nuevos colegiales continúan sufriendo el maltrato de los veteranos, pero pocos lo denuncian. La presidenta de la asociación No más novatadas, Loreto González, explica que hay miedo a hablar porque se entiende como una señal de «deslealtad» y son prácticas «validadas por la sociedad».

Dejar la carrera

La experiencia de Rebeca, una estudiante de Medicina que hace seis años fue a un colegio mayor de Madrid, evidencia las prácticas brutales en la época de novatadas.

La joven relata la total «impunidad» con la que contaban los veteranos dentro y fuera de su colegio mayor, situado en la Ciudad Universitaria madrileña: «Había cientos de personas bebiendo, con la cara pintada, llenos de porquería, les metían embudos en la boca y les echaban alcohol y agua. Incluso a algunos les obligaban a pegarse».

Allí aprendió que «cuando llegas a un colegio mayor, te dan tres opciones: renunciar a las novatadas, lo que supone un aislamiento absoluto, estar en el limbo y participar en algunas de vez en cuando, o directamente hacerlas y estar meses esclavizado». Así, recuerda que sentía miedo «hasta de bajar al comedor sola» y que algunos de sus compañeros dejaron la carrera porque «no aguantaban estar allí».

Afirma que «dentro del colegio mayor había cámaras y se sabía que se hacían cosas» y añade que la propia institución conocía la situación y no actuaba: «Fuera no lo pueden controlar, pero veían que salía mucha gente disfrazada o con bolsas de basura que iban al Jaime (Parque Jaime del Amo) o a la Curva -otro de los lugares habituales para hacer botellón y efectuar estas prácticas-».

Ante estos abusos, Rebeca decidió denunciar lo que había presenciado durante aquellas semanas. La respuesta de la dirección del colegio mayor fue su expulsión inmediata.

«De unos años para acá se ha avanzado mucho», asegura Gabriel Beltrán, representante de los colegios mayores de Madrid. 

Como medida de prevención, las distintas direcciones de estos centros en la Comunidad de Madrid están creando «nuevos espacios de convivencia» -actividades deportivas, culturales y de ocio- en los que los nuevos y veteranos colegiales puedan relacionarse y conocer a estudiantes de otros centros.