El azafrán tiene tanta historia en La Mancha, que lo que creemos saber de él y de las personas que tuvieron algo que ver con el 'oro rojo' durante los últimos 1.000 años -ahí es nada- solo equivale a rozar un poquito la superficie de todo lo que aún queda por investigar.

Ésta fue una de las principales conclusiones del segundo seminario El azafrán, historia, cultura y sociedad celebrado ayer en la Facultad de Humanidades del Campus de la UCLM en Albacete bajo la dirección del catedrático de Historia Moderna, Francisco García.

La inauguración del acto corrió a cargo del rector, Julián Garde, quien abrió de forma virtual un acto cuya organización contó con el apoyo y la participación del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Protegida (DOP)Azafrán de la Mancha.

Sobre su contenido, el profesor Francisco García explicaba que «sobre el azafrán hay muchas leyendas que tomamos por verdades absolutas y que no son ciertas, queremos y debemos ir más allá de la folclorización porque cuanto más ahondas, ves que aún queda mucho más por contar».

Como un primer ejemplo, citó la ponencia que abría ayer el acto, titulada El azafrán en Al-Andalus, a cargo de Expiración García, del CSIC, que da cuenta de las primeras menciones al cultivo en la Andalucía del siglo X.

«Los andaluces cultivaron azafrán hasta el siglo XIII-XIV, pero a partir de esta fecha el cultivo empieza a desaparecer», señaló, «y sin embargo, poco a poco, prendió con fuerza en la Mancha Oriental, entre el sur de Cuenca y Albacete».

Este arraigo del azafrán tuvo que ver con un trabajo de adaptación de la flor a esta parte de España, un trabajo que, en gran medida, fue realizado por agricultoras «porque un rasgo muy característico es que es un cultivo muy feminizado».

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