Molina entra en el escalafón novilleril por la puerta grande

P.J.G
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El alumno de la Escuela Taurina cortó tres orejas a una novillada interesante en la que Pérez y Villalba fueron ovacionados

Comenzó el curso escolar y en la Universidad el mismo día que Adrián Villalba y José Fernando Molina dejaron atrás la Escuela Taurina y debutaron con picadores para entrar en el escalafón novilleril y comenzar una carrera con el objetivo del doctorado. Corrieron suerte dispar, porque José Fernando Molina entró por la puerta grande, tras pasear tres orejas, mientras que Villalba fue ovacionado y su fallo a espadas le privó de pasear algún apéndice tras despachar al astado del debut. Completó la terna un entregado Cristian Pérez, que también fue ovacionado en una tarde en la que se lidió una seria novilladas y de variado juego de Juan Manuel Criado, más uno de Encinagrande, propiedad de Manuel Caballero -en su día alumno de la Escuela Taurina-, curiosamente con el que triunfó y al que desorejó Molina en su debut.

Y en este triunfo de Molina y en las buenas sensaciones dejadas por Villalba ante su primer enemigo, mucha culpa tienen los profesores de la Escuela Taurina, Sebastián Cortés, Gonzalo González y Sergio Martínez, a quienes cada uno de los debutantes brindaron uno de sus novillos, en agradecimiento por lo aprendido en la Escuela y con el deseo de encontrar buenos profesores, en forma de apoderados, en su camino al doctorado.

Buenas expectativas. José Fernando Molina, con hambre de toros, porque desde su cogida hace un mes en Alcalá del Júcar no toreaba, respondió a las buenas expectativas que traída, pro sus continuados triunfos en novilladas sin picadores. Esas expectativas pronto se cumplieron, porque a las primeras de cambio ya tenía la puerta grande abierta tras una faena de clase, temple y mucha verdad. Ese novillo tan especial para él, el de su debut con los del castoreño, tuvo un brindis especial, en los medios, dirigido al cielo, dedicado al rey del temple, al maestro Dámaso González, ese maestro que tanto enseñó dentro y fuera del ruedo. Molina tuvo enfrente a un novillo de la ganadería de Manuel Caballero, noble, pero al que le faltó entrega, aunque ahí estaba el debutante para que pareciese que era todo un veterano del escalafón, con una faena en la que dio las distancias y el tiempo preciso al novillo, sin enmendarse, firme ante los parones del astado, y templado las embestidas del novillo, tanto con la derecha como al natural, cuando se sucedían o arrancando los muletazos de uno a una con el novillo estaba más parado, en una labor maciza, bien conjuntada y con mucha pureza en su toreo. Sólo faltaba poner la guinda a una tarde tan especial y Molina también ejecutó a la perfección la suerte suprema, dejando una estocada que hizo rodar al novillo y que aflorasen los pañuelos, los dos de la Presidencia, la que concede los trofeos, seguidos.

Distinta condición tuvo su segundo enemigo, sexto de la tarde, un novillo manso, encastado y con más complicaciones, al que había que hacerle todo bien y que dio un buen susto al novillero cuando en los lances de recibo le hizo un extraño y el dio un golpe en el pecho. Pese a ello, ahí estuvo otra vez Molina, dejando claro que había estudiado y que llevaba muy bien preparado el examen, porque con su firmeza pudo al toro y le sometió en series de mucho mando y temple, porque al final de cada muletazo el astado remataba, pero sin encontrar el engaño mecido por las manos suaves y firmes de Molina, como sus pies, aguantando varias coladas del novillo. Un pinchazo precedió a una estocada y, tras escuchar un aviso, paseó otra oreja antes de degustar su primera puerta grande en el escalafón novilleril y pasar junto a la estatua del rey del temple. Del maestro.

Adrián Villalba también agradó a la parroquia congregada en el coso albacetense, sobre todo con su primer enemigo, un novillo encastado al que realizó una faena que fue de más a menos. Tuvo un vibrante inicio, con el novillero en los medios, para recetar al astado dos pases cambiados sin enmendarse. Después, adelantó la muleta y enganchó al astado para que se sucediesen varias series de mano bajo con la derecha, que logran más altura con la mano izquierda, con naturales templados arrastrando la muleta, hasta que llegó el desarme, porque después ya no hubo tanto temple ni limpieza en los muletazos. Ya con el toro más apagado, completó varios circulares y cerró con tres bernadinas ante de entrar a matar, donde dejó patente que es de Albacete, porque la cruz de muchos toreros de esta tierra es la espada y ayer lo fue para Villalba, quien pinchó dos veces antes de dejar una estocada, que le valió para ser ovacionado. Menos lucimiento logró Villalba ante su segundo enemigo, porque, aunque el inicio de faena fue esperanzador, ligando con limpieza, después se sucedieron los enganchones y tropezones de muleta, desluciendo la labor del novillero, que en esta ocasión finalizó con manoletinas, antes de estar otra vez poco certero con los aceros. 

Completó la terna Cristian Pérez, quien abrió plaza, a quien no le acompañó la fortuna en su vuelta al abono ferial, tras su debut con picadores en 2016. Con el primero de sus enemigos, logró los mejores pasajes cuando bajó la mano y tuvo más mando en una faena de menos a más y con altibajos, rematada con ajustadísimas bernadinas y, al igual que su compañero Villalba, con un mal manejo de los aceros, porque a la estocada final le precedieron un pinchazo hondo y una estocada caída.

Con el cuarto de la tarde, un novillo más deslucido, Pérez volvió a dejar patente su entrega, desde los faroles de rodillas de recibo, al inicia de faena clavado de rodillos en los medios. Pero esas ganas no tuvieron su reflejo en el lucimiento en su faena, con demasiados enganchones y demasiado encimista el novillero.