La capacidad invisible

A.M.
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Mujeres con discapacidad reclaman unas infraestructuras sanitarias más accesibles

Mujeres con discapacidad cuentan sus experiencias en el mercado laboral. - Foto: Rubén Serrallé

Son más vulnerables. Sufren una doble discriminación: ser mujeres y discapacitadas. Soportan unos índices de desempleo mucho más elevados, tienen más probabilidades de sufrir violencia machista, su acceso a la educación superior es inferior, aguantan constantemente el paternalismo familiar y social y padecen la brecha salarial de forma más llamativa, pues cobran un 18% menos al año que los hombres. Estos son algunos lastres que viven en el día a día las mujeres con discapacidad, que conmemorarán el próximo 8 de marzo con una nómina de reivindicaciones iguales a las de las mujeres sin discapacidad, pero que cobran mayor relevancia ante esta doble discriminación denunciada: mejorar su formación profesional, ofrecer apoyo y medios para desplegar su talento y facilitar su tránsito al empleo y su vocación emprendedora.

¿Cómo se sienten ellas? El presidente de Cocemfe, Marcelino Escobar, ha reunido para La Tribuna de Albacete a cuatro mujeres con discapacidad, las verdaderas protagonistas del 8M. Elena Cano y Ángela Jiménez son usuarias de silla de ruedas, en Verónica García apenas se aprecia su discapacidad, lo mismo que le ocurre a Rosario Amoraga si permanece callada. Cuatro perfiles diferentes pero con una particularidad común: sus ganas de vivir y su convencimiento de que las mujeres con discapacidad sufren una doble discriminación, eso sí, con muchos matices.

«He sentido más la desigualdad como mujer que como persona con discapacidad; mi marido también va en silla de ruedas y ambos nos hemos sentido discriminados», dice Elena, una afirmación que corrobora Ángela y con la que no está de acuerdo Verónica: «La mujer con discapacidad está mucho más discriminada; los datos no mienten, sobre todo los de desempleo y de brecha salarial respecto a los hombres».

Verónica trabaja desde hace 17 años en las oficinas de Cocemfe Albacete: «Si alguna empresa llama para contratar a una mujer nos piden que no se le note la discapacidad, que sea guapa y que no vaya en silla de ruedas; esto lo hacen para beneficiarse de las bonificaciones en la Seguridad Social, pero no porque estén concienciados con la inclusión».

Quien no ha tenido más remedio que salir de un mercado laboral en el que ha estado muchos años es Rosario Amoraga. Hace siete años sufrió un ictus y todas sus posibilidades como trabajadora se esfumaron. Fue camionera y también cocinera en un restaurante hasta que sufrió esta enfermedad cardiovascular que la dejó incapacitada para seguir con su oficio. El problema es que, tras siete años de intensa lucha y, sobre todo, mucha logopedia para ir mejorando su dificultad en el habla, Rosario se encuentra con una forma física estupenda, es dicharachera, sonríe sin descanso, aunque con 51 años y esta discapacidad, está completamente apartada del mercado de trabajo.

No puede contar lo mismo Verónica, la más joven de las cuatro, que pidió el certificado de discapacidad en plena juventud, cuando asumió su enfermedad: «Yo encontré un empleo gracias a mi discapacidad, pero porque no se me nota y eso es lo que buscan las empresas, trabajadores con discapacidad para beneficiarse de las bonificaciones, pero a los que no haya que adaptarles el puesto de trabajo, a los que no molestan mucho». Las cuatro aseguran que en pleno 2020 todavía hay muchos prejuicios, escrúpulos y tabúes en torno a la discapacidad, no solo si eres usuario de silla de ruedas, «que desde un principio ya provoca rechazo», sino si eres mujer con una discapacidad más acentuada, con discapacidad intelectual o mental o con problemas de comunicación. «Yo noto mucho rechazo de la gente cuando me escuchan hablar», matiza Rosario, para quien fue muy significativo «el número importante de mujeres que participamos en el Día de la Discapacidad».

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