La vida en una plaza

Ana Martínez
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Tarazona alardea de plaza y carnaval, pero trabaja para conseguir un polígono industrial con el que incentivar la llegada de empresas que generen trabajo

La vida en una plaza - Foto: Rubén Serrallé

Inconfundible. Peculiar. Singular. Con un solo vistazo, su Plaza Mayor, considerada una de las 10 más bonitas de España, nos ubica en el mapa. Y Tarazona de la Mancha no le da la espalda. La plaza es el patio de todas las casas, donde todo sucede, donde transcurre la vida de un vecindario que es pura cultura y diversión.

«Aquí nadie concibe el pueblo sin esta plaza», asegura Pedro Cerro, un tarazonero de adopción que nació en Puertollano (Ciudad Real), pero que a los 36 se trasladó a Tarazona de la Mancha, localidad natal de su mujer. Y aunque siempre ha llevado a su Puertollano del alma en un rincón de su corazón, pronto supo involucrarse en la vida social tarazonense, marcada especialmente por la música, el teatro y el espectáculo:«En las casas de Tarazona es raro no encontrar un músico, un actor o alguien que canta», afirma por su parte María de los Ángeles López, actriz y monitora de teatro.

Declarada conjunto histórico-artístico nacional, de un carácter muy popular, símbolo del rústico manchego, la Plaza Mayor de Tarazona de la Mancha, datada en el siglo XVII, distribuye las instalaciones del afamado Casino, un establecimiento que celebró recientemente su primer siglo, así como la confitería de la chacha Juanita, La Gracia, conocida por sus tradicionales bizcochos de canela, que también está próxima a cumplir 100 años. Otro edificio singular de este entorno urbano es la iglesia parroquial de San Bartolomé Apóstol, cuya construcción se inició en el siglo XVI, por lo que su estilo es renacentista y responde al prototipo de las denominadas iglesias de salón de tipo columnario.

Otro de los edificios singulares de la Plaza Mayor es el antiguo Ayuntamiento, la única pieza del conjunto construida con soportales de arcos de piedra, convertida desde mayo de 2021 en el Centro de Interpretación del Patrimonio Local y del Carnaval de Tarazona de la Mancha.

Y aunque parezca recurrente, fácil, obvio y reiterativo, Tarazona es carnaval y el carnaval es Tarazona, pero si bien son sus fiestas de referencia en toda Castilla-La Mancha, «no vivimos por y para el carnaval», puntualizan Pedro y María Ángeles, que resumen así estos días de disfraces: «Es la escuela de interpretación más grande del mundo», unas fiestas intrínsecas en los tarazoneros desde que nacen hasta que mueren, donde no importa tanto la calidad del disfraz, sino su originalidad y el personaje: «Aquí subes a la cámara de la casa, coges lo que sea y te bajas disfrazado, es un carnaval muy espontáneo, muy popular, porque está abierto a cualquiera que se quiera disfrazar, y aunque hay grupos y peñas que preparan sus números y sus máscaras, la improvisación es lo que pondera», afirman ambos vecinos.

Como también prevalecen muchos personajes carnavalescos que, por insistentes, se han hecho famosos en la comarca y en la provincia. Así, los miembros de la peña La Cuadrilla se disfrazan de toreros al menos una tarde cada año, Benjamín Sacarrún sigue fiel a su Charlot, El Rojete a Cantinflas y José María es el protagonista del hombre que todos los años sale en bikini con una sombrilla.

Debido a su auge, el Ayuntamiento abrió el Museo del Carnaval, presidido por una impresionante escultura de José Luis Serzo que simboliza el ciclo festivo invernal y las mascaradas, y en cuya segunda planta se reproduce la cámara de cualquier casa del municipio, invadida por prendas y todo tipo de complementos para disfrazarse, así como un espacio de inmersión para apreciar el carnaval en toda su amplitud sensorial, sala presidida por una mascaruta, la máscara tradicional tarazonense compuesta por una caja de zapatos que se coloca sobre la cabeza y se cubre con una colcha o cortina; y por el al-higuí, un personaje con una caña de pescar en cuyo extremo cuelga un higo para los niños mientras camina cantando:Al higuí, higuí, con la mano no, con la boca sí.

De su patrimonio arquitectónico, al margen de lo ya comentado, Tarazona de la Mancha -tierra de grandes actores como Pepe y María Isbert, en cuyo cementerio descansan sus restos mortales- se vanagloria de conservar importantes casas solariegas como El Portón, la entrada original a la antigua Casa Consistorial, convertida hoy en una vivienda particular en plena calle del Pilar. Apenas cinco minutos andando se encuentra la casa de la familia Calera, cuya fachada data de 1735.

«Tarazona es un pueblo con mucha cultura, eso es lo que lo mantiene vivo», considera María Ángeles López, que asegura que aunque sea un pueblo «muy artístico» y «muy dinámico», ofrece hoy por hoy muy pocas oportunidades laborales para los jóvenes: «El Ayuntamiento hace lo que puede, pero la juventud se está viendo obligada a salir del pueblo, porque aquí funciona mucho la empresa familiar y esa no genera puestos de trabajo», afirma.

De cara al emprendimiento, esta joven puchericha afirma que el mejor negocio en Tarazona debe estar relacionado con el comercio o la hostelería:«Los bares funcionan muy bien, igual que las churrerías, porque tenemos mucha tradición de comer churros;y el pequeño comercio local que está junto a la plaza sobrevive también muy bien».

El pueblo cuenta con un colegio con cerca de 500 alumnos, un instituto con Bachillerato y ciclo formativo de Administración y Gestión y guardería municipal con cuatro aulas completas, además de instalaciones deportivas de primera calidad y una importante casa de la cultura.

Su principal fuente de riqueza es la agricultura, pero ahora desde el Ayuntamiento se está trabajando en la puesta en marcha de un polígono industrial para atraer nuevas empresas, dado que «son conscientes de que aquí no hay empleo». Lo que sí que hay es vivienda disponible, con diferentes precios, así como un centro de salud con urgencias, cuya ampliación está en proyecto.

Y así vive, y quiere seguir mejorando para no perder población, el pueblo puchericho, un pueblo que habla cantando.