Diego Carretero cae de pie y sale en hombros

P.J.G
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El hellinero realizó una importante faena a un bravo toro de Garcigrande y Castella y Manzanares pasaron de puntillas

Diego Carretero cayó de pie y se fue por la puerta grande. Ya saben ustedes que caer de pie es tener suerte y el hellinero la tuvo, en el sorteo, porque se llevó el mejor toro, el tercero, curiosamente el de Garcigrande, el que completó el encierro de Domingo Hernández, que, aunque sea la misma casa ganadera, visto lo visto en el ruedo ayer sí fue un matiz importante. Pero una vez que la suerte le acompañó en el toro, para salir en hombros, faltaba que él pusiese de su parte. Y lo hizo, con una faena intensa, sobre todo con la mano derecha, en la que estuvo muy firme con el bravo toro, y al que despachó con una estocada perfecta en ejecución y en colocación. Si el albacetense cayó de pie, Castella y Manzanares pasaron de puntillas, más acentuadas las del diestro francés, y más cómodas y aliviadas las del alicantino en una tarde que no pasará al recuerdo por lo realizado por uno y otro, en una tarde en la que la cruz ganadero la pusieron los astados de Domingo Hernández, descastados en líneas generales.

Segundo festejo. Diego Carretero actuó en la pasada Feria de Albacete como novillero y en esta ocasión se anunció en el abono como matador de toros, tras su triunfal alternativa en Alicante en el mes de junio. Desde entonces no se vistió de luces y lo volvió a hacer ayer para realizar su presentación como matador de toros en la Feria su tierra. Sumó su segunda tarde como matador de toros y su segunda puerta grande, que no es mala media. El diestro, de blanco y oro, salió decidido desde el principio, recibiendo al astado con una larga cambiada para recetarle después verónicas tanto a pies juntos como abriendo el compás, rematando con una larga. Su cuadrilla también aportó lo suyo, con un buen tercio de banderillas en el que se desmonteraron Iván García y José Ángel Muñoz. Le gustó el toro, brindó al público y a partir de ese momento ya estaba todo en sus manos, en conjugarse con el toro, bravo en la muleta de un Carretero que comenzó su labor con unos ayudados por alto, rematados con gusto con dos por bajo y el de pecho. No fue buena la primera serie con la derecha, tropezada varias veces por el astado, pero en las siguientes todo cambió, mano baja y mandona de un diestro que ligó los muletazos en redondo, con mucha trasmisión, hasta que llegó un desarme y el toreo al natural, donde bajó un poco la intensidad, que recobró rápidamente, cuando volvió a coger la muleta con la mano derecha y volvió a aparecer un poderoso torero, ya en la distancia más corta, enlazando los muletazos en redondo con mucha firmeza. Mantuvo el tono en las manoletinas, en el centro del ruedo, rematadas con dos muletazos por bajo con sabor. Quedaba el remate con la espada y dejó una estocada en todo lo alto, perfecta de ejecución y colocación. La estocada de la Feria hasta la fecha. Afloraron los pañuelos en los tendidos y el usía también los sacó con premura, concediendo las dos orejas a un feliz Carretero. 

El segundo de su lote, el que cerró el encierro, ya de Domingo Hernández, nada tuvo que ver con el anterior. Este, manso, rajado y deslucido, también puso a prueba al joven diestro, que puso voluntad y trató de arrancar las series por los dos pitones, pero era imposible a un toro con embestida descompuesta y lanzando derrotes al engaño, por lo que decidió abreviar y, nuevamente, dejó una estocada arriba que acabó con el astado.

Castella, que brindó en su primer astado a Pablo Lozano -imaginamos que para felicitarle por su reciente cumpleaños y no por la corrida de Alcurrucén lidiada el día anterior-, realizó una faena sin apreturas al descastado, pero manejable astado, que tuvo altibajos y que alargó demasiado, a lo que hay que añadir el sainete que dio con los aceros: dos pinchazos, una estocada caída y ocho descabellos. ¡Vaya matador de toros! De su segunda faena, se salvan sus habituales pases cambiados con los que abre faena, porque el resto fueron pases y más pases sin ligazón ni transmisión.

Manzanares no le fue a la zaga al francés, pero el alicantino lo hizo por la vía del alivio. En su primera faena ligó los muletazos al descastado, pero manejable astado, en series sin ceñirse, más templado al natural. Dejó una estocada atravesada, hubo petición minoritaria y todo quedó en una ovación, que no es poco. La faena al quinto de la tarde transcurrió en la misma línea de muletazos aliviados, siempre con el pico de la muleta y pasando lejos el toro, con el añadido de que se empeñó en alargar el sufrimiento de gran parte del público, que alguno disfrutaría. Hay gente ‘pa tó’.