Rubén Pinar luce su toreo y corta una oreja en Manizales

Pedro Belmonte
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El diestro albacetense alternó con el sevillano Manuel Escribano, que vio silenciada su labor, y el colombiano Sebastián Hernández, que cortó un apéndice

Imagen de archivo de Rubén Pinar, mientras da la vuelta al rueda oreja en mano. - Foto: José Miguel Esparcia

El torero de Albacete Rubén Pinar hizo el paseíllo el 4 de enero en la plaza colombiana de Manizales en la primera corrida de la Feria del Café de la ciudad colombiana, donde lidió dos toros del hierro local de Dos Gutiérrez, que fueron mansos y de los que supo sacar todo el provecho, e incluso más del que tenían, cortando una oreja del segundo de su lote y otra que perdió con la espada, aunque hubo petición, dando una vuelta al ruedo en su segundo. Alternó con el sevillano Manuel Escribano que vio silenciada su labor en ambos y el colombiano Sebastián Hernández, que cortó una oreja del sexto y se silenció su labor en el tercero.

El portal taurino 'Mundotoro' resumía así la actuación de Pinar: «El segundo resultó manejable, sobre todo por el pitón derecho, lado por donde Rubén Pinar dio forma a una faena resuelta, donde se vio el oficio del torero albaceteño. La espada se llevó la oreja, pero fue obligado a dar una merecida vuelta al ruedo. Al quinto, que no mejoró a sus hermanos, le cortó Pinar una oreja de un enorme mérito, después de mostrar su pundonor y arrojo en una faena de muleta de muchos recursos, y sobre todo después de finiquitarlo de una soberana estocada que ya merecía premio».

Por su parte, otro portal especializado, de máxima audiencia, 'Cultoro' lo explicaba de esta forma: «Otra cosa fue lo de Rubén Pinar. Al segundo le recetaron una lidia cartesiana, puyazo medido de Clovis en todo lo alto, tres soberbios capotazos de Benavídez para dejar al toro en suerte (y enseñarle a embestir) en banderillas y tres pares en la yema de Dixon y Pineda. Nada sobró, nada faltó. Y el toro lo agradeció con dos series en las que pareció tener algo de casta dentro. Eso le bastó al albaceteño para encender al tendido con muletazos tan mandones como vibrantes y lucidos. Los justos para el que toro se sintiera podido y renunciara a la pelea. Pero no contaba con que Pinar le cerraría puertas, ventanas y rendijas por las que huir, y le obligó a pasar».

recursos. Añade que «incluso, cuando no le alcanzaba ni para eso, Rubén se sacaba algún recurso de la chistera para vestir aquello de torero dominio. Era de premio, pero la espada le jugó una mala pasada y todo quedó en una aclamada vuelta al ruedo. El trofeo lo cortaría del quinto, un toro que tuvo aún menos intención de embestir que el segundo, pero que se movió lo suficiente para que Pinar se inventara una faena en la que la honestidad y el oficio fueron sus grandes bazas. Esta vez, el espadazo valió por sí mismo la oreja».

Finalmente, el portal 'Aplausos' también relataba lo acontecido:  «Rubén Pinar pudo salir por la puerta grande y con un triunfo mayor de no haber fallado con la espada en el segundo de la tarde. Pero fue en el quinto cuando vino la cumbre. El manchego se impuso en todos los terrenos, todos fueron de sus dominios gracias a una capacidad inmensa para ir acompasando la faena a un toro que solamente tuvo dificultades. Blandeó durante el tercio de varas, manseó toda la faena y al final quiso huir de la muleta, pero ésta era la tarde en la que Pinar daría cátedra de mando; las medias embestidas las remató obligando, los parones, aguantando, y a la mansedumbre la ahuyentó con atrevimiento, pisando los terrenos del toro y le arrancó otras dos series por derecha e izquierda, antes de fulminarlo de un espadazo. El público no pidió con fuerza la segunda oreja. La historia en el segundo fue de frustración colectiva, tanto así que la plaza en pleno pidió la oreja a pesar de tres pinchazos arriba antes del certero estoconazo. Infortunio que no mereció serlo, porque todo venía afortunado y a más, desde la vara de Clovis Velásquez, el tercio de banderillas en el que saludaron Emerson Pineda y Anthony Dickson, hasta la clase y la codicia del toro que Pinar condujo con pulso (...) lo que no hizo con ligazón y temple, lo completó con firmeza y sitio, por eso lo hecho con la mano izquierda tuvo gran mérito».

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