El encierro de los cuatro vecinos de Illán de Vacas

J.M.
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Los cuatro vecinos confinados en el municipio menos poblado de España pasan el Estado de Alarma sin muchos cambios en el pueblo. Allí no hay bares, ni tiendas, ni mercado ambulante

El encierro de los cuatro vecinos de Illán de Vacas

Javier saluda a la Guardia Civil desde la ventana y recibe otro gesto de vuelta de los agentes, que patrullan por la CM-5002 para cerciorarse de que las calles están vacías y la gente acata las prohibiciones del Estado de Alarma. Este jubilado de banca de 64 años convive con su esposa, Rosario, en el municipio menos poblado de España, Illán de Vacas (Toledo). Así lo recuerdan todos los medios nacionales durante las elecciones. Sin ser requeridos abrumadoramente por la prensa en esta ocasión, este matrimonio pasa el confinamiento junto con otros dos illaneros. Y ya. Sin tienda ni bar, ni mercado ambulante. Como siempre.

«Las casas de los pueblos son más grandes que las de las ciudades y te entretienes. Lo vamos a pasar bastante mejor que en las ciudades», señala Javier Bollain, retirado permanentemente del ruido en Illán de Vacas desde hace tres años. Precisamente, otro matrimonio del pueblo se ha quedado atrapado en Madrid durante el Estado de Alarma. «Bendito sea Dios que nos ha pillado en los pueblos. Los vecinos de aquí estamos muy tranquilos», suspira este hombre de 64 años, alcalde para más señas de un municipio con seis empadronados.

Los cuatro de Illán de Vacas pasan estos días excepcionales encerrados en casa, sin recibir visita alguna por el pueblo. Solo el paso de la patrulla de la Guardia Civil genera una noticia. Porque la carretera CM-5002, que bordea el pueblo y comunica El Real de San Vicente y Cebolla, está vacía. Apenas desfilan las camionetas de abastecimiento de los negocios de alrededor: Cebolla o Los Cerralbos. Y han desaparecido del arcén las bicicletas. «Vemos la luz del sol. Las casas son grandes, estamos mucho más agradables», apostilla Javier marcando la diferencia con los pisos de las ciudades.

Probablemente, Javier, Rosario y sus otros dos paisanos se sonrían cuando ven los telediarios salpicados de propuestas para hacer más llevadera la cuarentena. Incluso la programación especial de ejercicios caseros o la atención psicológica por la soledad. «Aquí no ha habido bares nunca», recalca el alcalde, cuyo cometido se limita estos días a comprobar que se respete el confinamiento. «Avisamos por si alguien se pone a montar una fiesta, pero nada. Cero», precisa.

Javier ha estado ligado toda su vida a Illán de Vacas, cuyas calles se cuentan con los dedos de una mano, pero ha residido también en la Comunidad de Madrid. Y durante 20 años alternaba durante la semana Majadahonda con el municipio con menos empadronados de España hasta que se ató definitivamente al pueblo con la jubilación. «Me quedo con el campo», dice el ganador de las últimas elecciones. Representó al PP y ganó al PSOE por tres votos a ninguno.

«En el alistamiento hecho en el 1512 por Talavera, corresponden a este lugar tres soldados», afirma la Diputación en el breve perfil de la página de internet instituciones sobre Illán de Vacas, que vivió posteriormente tiempos más luminosos.  «En el siglo XVII pueblan este caserío treinta y siete familias», destaca de su historia.

Con el confinamiento, Javier se fue a Talavera para hacer una gran compra y, para lo más básico, recurre a las tiendas de Cebolla, a solo cinco kilómetros de distancia. Va cada tres días al pueblo vecino y ha observado que los tenderos tienen miedo por la expansión del coronavirus. «Están abiertos por servicio público. No les haces un favor por ir a comprar», concluye.

No es la única conclusión de Javier de estas semanas de encierro en casa y un viraje total a la vida corriente de casi 50 millones de españoles. «Cuando las cosas vuelvan a su orden, la gente echará de menos esto. Cuando esté el mundo con estrés», vaticina este experto en confinamientos parciales. En Illán de Vacas, donde 10 son multitud.