Un poderoso Pinar deja su sello en una encerrona triunfal

P.J.G
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El diestro albacetense, variado y muy capaz ante las exigencias de sus enemigos, cortó cuatro orejas y sumó otra puerta grande

Natural de Pinar al primer toro de la tarde - Foto: Víctor fernández

Por la mañana, camino de la capilla de mi Patrona en el Recinto Ferial, para rezarle y pedirle buena Feria a la Virgen de Los Llanos, me crucé con decenas de niños que, de la mano de sus padres acudían a ver las tradicionales vaquillas, quizás con el sueño de algún día verse anunciados en los carteles del abono taurino o, quién sabe, si ser protagonistas de una triunfal encerrona en la plaza de toros de su tierra, como hizo ayer Rubén Pinar, un diestro que disipó cualquier duda en una tarde en la que estuvo capaz, variado y siempre dio la cara, resolviendo las dificultades que le plantearon sus enemigos, en un festejo entretenido que acabó con cuatro orejas en el esportón del tobarreño y una nueva salida en hombros, la séptima consecutiva en la Feria Taurina y la octava si se cuenta la que logró en la pasada corrida de Asprona.

Sólo soñarlo merece la pena, como hizo Rubén Pinar, aquel chiquillo que con 12 años llegó de Caudete a la Escuela Taurina de Albacete y del que el ya fallecido Manuel Ramírez, entonces asesor, hablaba maravillas y que seguro ayer disfrutó viendo cómo ese niño, ya un hombre, dejó su sello en el coso albacetense ante toros de distinta condición y, por ende, de distinta exigencia resuelta por un poderoso Rubén Pinar que, además de triunfar, hizo bueno el poema Aquí hay toreros de Ismael Belmonte y llevado al pentagrama por el maestro Manuel García en un pasodoble que interpretó con gusto la Unión Musical Ciudad de Albacete, bajo la batuta de Alberto Nevado, en la faena del diestro al quinto de la tarde. Pinar demostró que aquí hay toreros en todos los extremos, con el gran toro de La Reina, que abrió plaza, en una medida, variada y templada faena rematada con una gran estocada, y con el del polo opuesto, el de Victorino Martín, un toro exigente y con peligro al que nunca perdió la cara para arrebatarle una oreja en un festejo tan importante para el torero.

Comenzó la tarde de cara para el diestro, obligado a salir a recoger una ovación del respetable antes de que saltase al ruedo el primero del encierro, de La Reina, un toro con el que ya mostró Pinar su disposición al irse a recibirle a portagayola, sin fijeza en los lances posteriores, que sí la tuvo, tras un puyazo en el que derribó al caballo, en el lucido quite por altaneras en el que conjugó chicuelinas con tafalleras. Calentó unos tendidos, a los que realizó el brindis, que no se enfriaron con la faena de muleta, porque Pinar completó una gran labor a un gran toro, Lagartijo, al que recetó de inició dos pases cambiados en el centro del ruedo y continuó con ligadas y templadas series por ambos pitones en una faena que fue a más, medida en el tiempo, con sus pausas justas entre serie y serie, con mucho temple y mando, con el remate de unas ajustadas bernadinas y una estocada que hizo rodar al toro. Afloraron los pañuelos y se concedió una oreja, con petición de la segunda, cuya negativa costó la primera bronca al palco.

No tuvo la misma condición el berrendo y listón de Alcurrucén, que llamó la atención por su capa, suelto de salida, fiel a su encaste Núñez, pero que además manseó, con una buena lidia de un Pinar que seguía muy metido en el festejo, con un lucido quite por delantales. La faena comenzó más fría, porque al astado de la casa Lozano le costó más tomar la muleta de un Rubén Pinar empeñado en que su labor fuese a más, algo que consiguió a base de dejarle el engaño en la cara al toro y provocar sus embestidas. Cuando logró que subiese el tono, el toro se lastimó y el diestro tuvo que abreviar, despachándole con una estocada caída y un descabello.

No mejoró el panorama con el tercero de la tarde, un toro deslucido y sin clase de Domingo Hernández, con el que Pinar siguió en su línea, variado con el capote, en un vistoso galleo con el capote a la espalda para llevar al astado al caballo y con firmeza en su faena de muleta, dejándola siempre en la cara del astado y provocando sus embestidas, en una labor de entrega y raza en la que Pinar acabó arrancándole los muletazos a un toro al que despachó con una certera estocada tras un pinchazo, siendo ovacionado el diestro.  

dio la cara. LLegó el tradicional descanso, para la merienda del público y para que rubén Pinar tomase el aire necesario para continuar con la misma firmeza en lo que le restaba de encerrona, en la que la siguiente estación era un puerto de los de categoría especial, como los que suben en estos días en la Vuelta Ciclista a España. El particular alto para el diestro tenía por nombre Colombiano y era un astado de Victorino Martín, un tío, complicado y con peligro, ante el que Pinar se mostró como un verdadero líder del pelotón. Apretó de salida el toro, no se terminó de emplear en el caballo y a los banderilleros también les dejó su carta de presentación. Escalar es lo que le esperaba a Pinar y el toro puso un porcentaje elevado, exigiendo mucho a un diestro que estuvo enrazado y muy capaz ante un toro que destapa muchas vergüenzas, pero que dejó intactas la del poderoso Pinar, que despachó a su enemigo con una estocada casi entera y le valió para sumar otra oreja, la que le certificaba la puerta grande.

Más llano se antojaba el final, con los toros de El Tajo y Daniel Ruiz, como así fue, sobre todo el primero, otro ejemplar de Joselito con clase y entrega, al que Pinar le realizó una buena faena por ambos pitones, pero a la que le faltó contundencia, sobre todo en el toreo al natural. Otra gran estocada le valió para cortar otra oreja, con otro bronca al palco por no conceder la segunda. Y remató la tarde, ya con el peso del tiempo... y del esfuerzo, ante un toro de Daniel Ruiz, soso y sin entrega, que algo contagió a un Pinar que le despachó con una estocada tendida, prendido por el toro al ejecutarla, pero sin consecuencias, que le permitieron dar otra vuelta al ruedo con la cuarta oreja que paseó.

La tarde, que comenzó con la novedad de la interpretación del himno de España tras el paseíllo, acabó con música celestial, la que escuchó Pinar en su interior mientras abandonaba la plaza de toros en hombros. Aquí hay toreros.