Viernes negro

R. L. C. / Tarancón
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Vecinos de Tarancón impulsan un homenaje a las víctimas del 'Motín de la Patata' del 25 de abril de 1919, una de las protestas colectivas de subsistencia más trágicas en el centro del país

Viernes negro

A sus diez vecinos y vecinas que empujados a protestar por el hambre, el 25 de abril de 1919 recibieron disparos como única respuesta. Para que la impunidad no se acompañe más del olvido. Es el texto de la placa que se colocó hace un año en la plaza de la Constitución de Tarancón en memoria de las víctimas del conocido como Motín de la Patata, cuyo centenario conmemora estos días la localidad.

Aunque España no entró en la primera Guerra Mundial, sí que la contienda estuvo presente en muchos aspecto, entre ellos el económico, y como consecuencia el social. El motín de subsistencias ocurrido en Tarancón los días 24 y 25 de 1919 representa uno de los últimos episodios de protesta social tradicional que se ha venido practicando desde el Antiguo Régimen. A la situación de carestía y subida de los precios de productos de primera necesidad, hay que sumar el incremento de exportaciones españolas a países beligerantes. «Había especuladores de grano que debían dejar un remanente en función de la población, pero ese año no lo hicieron porque les estaba siendo muy rentable vender fuera», comenta Jesús Garrido, archivero municipal, que añade que en ese año, el 3 de abril, España era el primer país en aprobar la jornada de ocho horas, y que el Ayuntamiento taranconero cerró 1918 «con más pobres de los que podía soportar, la beneficencia ascendía a 3.000 pesetas». En la primavera de 1919, la situación era angustiosa para la mayoría de las clases trabajadoras, el desabastecimiento de productos básicos por la especulación era generalizado en toda la provincia.

Pero para que un motín como el de Tarancón estallara, el historiador Herminio Lebrero expone que, además influyó «la vulneración de la economía moral de la multitud, y es que cuando los usos tradicionales fueron sustituidos por prácticas cada vez más capitalistas el número de motines y protestas creció». Aunque aquella revuelta fue espontánea, liderada por mujeres, tuvo como antecedente toda una sucesión de protestas semejantes; por ejemplo, en 1912 hubo una huelga, también impulsada por féminas, sobre la recaudación de impuestos, con refuerzos durante diez días de la Guardia Civil, a cargo del mismo teniente que después acudió al motín de 1919.

El relato de lo que ocurrió los días 24 y 25 de abril de hace 100 años es confuso, e incluso contradictorio en algunos casos. Los artículos en la prensa de la época, de tirada nacional, como los diarios El Sol, El Liberal, ABC o El País, en la provincial, como El Día de Cuenca, o en la local, en El Renacimiento, permiten hacerse una idea de lo que ocurrió.

A estas crónicas, se añaden los documentos oficiales que están en los archivos, testimonios de familiares de las víctimas, fotografías, mapas o el sumario judicial del caso, que quedó archivado en octubre de aquel año. El martes se inauguraba en Casa Parada una exposición a 360 grados, con una recopilación de datos sobre esta masacre. Este jueves, Tarancón despertaba con crespones negros en lugares estratégicos, se estrenaba el documental El pueblo, las subsistencias y el mauser, y con el mismo título se presentaba el libro del profesor Herminio Lebrero. Todas estas iniciativas han partido de la Comisión del 25 de abril, creada en septiembre a iniciativa de vecinos anónimos interesados en que se conozca la historia del Motín de Tarancón, a la que se han sumado miembros de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) de Cuenca, del grupo de teatro Sala Raquel Díaz, así como familiares de víctimas, como Mariano Collado.

Este taranconero, que perdió a dos hermanos de dos de sus abuelos, Lucía Párraga, de 24 años, y Pedro García, de 25 años, ha escuchado en casa la historia en repetidas ocasiones «calladamente» y tiene claro que «fue una mala operación policial y una mala gestión política por parte del alcalde y del gobernador, también de algún comerciante». Purificación Sánchez, nieta de Ángel Sánchez, cabo de la Policía Local que murió intentando retirar a la gente para que no les llegaran los disparos de la Guardia Civil, asegura que «fue algo muy local, que se tapó mucho, casi nadie se enteró, en casa sí claro, nos tocó, pero está bien que salga a la luz, es historia de nuestro pueblo».

qué pasó. El malestar por la carencia de la vida, por los alimentos y artículos de primera necesidad, era generalizado entre la clase obrera desde hacia tiempo. Las quejas no tenían respuesta. «El jueves 24 de abril, día de mercadillo, el alcalde, Casto de la Torre, autoriza unos precios que provocan que las mujeres estallen», relata Jesús Garrido. Al día siguiente, a las siete de la tarde, acude el gobernador civil, Enrique Barranco, que desde el balcón del Ayuntamiento anuncia medidas para reconducir la situación, como la bajada del 25% de los productos de subsistencia, y del 40% en leña o textiles. Hacia las nueve de la noche, recoge Herminio Lebrero en el documental, el ambiente en la plaza y la antigua calle Fermín Caballero, empieza a caldearse entorno a los comercios porque los precios continúan sin bajar. Los jornaleros habían vuelto del campo y sus mujeres habían acudido a comprar tras varios días sin poder hacerlo. «Explota de nuevo la indignación del público, no quieren llevarse los géneros, rompen algunos cristales de casas comerciantes, hacen saltar una puerta en uno de ellos, toman parte algunos hombres y se hace necesaria la intervención de la fuerza armada», refleja El Renacimiento, especialmente crítico con la actitud del alcalde.

La Guardia Civil empieza a disparar, hay versiones contradictorias sobre si se realizaron los toques reglamentarios, y en el mismo acto mueren seis personas, y sucesivamente la cifra aumenta hasta once, y alrededor de 20 heridos.

El 28 de abril se celebra un pleno extraordinario, donde se aprueba pagar las tumbas de los fallecidos y una pensión para la familia del cabo.  

Durante la investigación iniciada de inmediato, a cargo del comandante José Marchín Barrena -los casos de orden público eran juzgados desde el ámbito militar-, se interrogó a los testigos. La versión de una niña de 10 años sirve para esclarecer que desde la casa del comerciante Tomás Ruiz se efectuaron disparos, al parecer por parte de su hijo mayor, Teógenes, y su empleado, Aniceto Carrasco, que mataron al menos a una mujer. Así lo recoge el sumario, «empezaron a aparecer heridas que no eran del mauser de la Guardia Civil, un arma corta y una pistola, todo indica que hubo disparos previos que anticiparon la intervención cruel de la Guardia Civil», explican desde la Comisión del 25 de abril.

consecuencias. La conclusión del juicio fue, cargos contra la Guardia Civil ninguno,  contra quienes han  alterado el orden público todos, contra los que estaban en casa de Tomás Ruiz, indeterminados. Y finalmente, expone Herminio Lebrero, a pesar de que este comerciante, sus dos hijos y el empleado, estuvieron un tiempo encarcelados y sometidos a varios careos e interrogatorios, no hubo consecuencias. Máximo Molina, presidente de ARMH Cuenca, pone la voz en el citado documental, en honor a la memoria de quienes pagaron con la vida su lucha por un mundo más justo, e insiste en que la memoria oficial tiende a desdramatizar hechos terribles cuando son los poderosos los causantes. Además, recuerda que la pena por asesinato en 1919 era ejecución por garrote vil.

En el año 2000, Fernando Aguilera escribió una obra de teatro sobre este motín, que fue puesta en escena por el grupo de teatro local Luisa Sigea. Con los nuevos datos recopilados, Jesús del Saz, de la Comisión 25 de abril, confirma que «después de fiestas se estrenará una nueva obra, a la que añadiremos testimonios y todo lo encontrado en los últimos meses».  Y es que han hecho un llamamiento a familiares de las víctimas, por ejemplo, que durante estos días se están sumando a este homenaje a  la lucha obrera que sobrevivía a la pobreza a base de pan, patata o  aceite, que el 24 de abril de 1919 «el alcalde autorizó a 75 céntimos de peseta el medio kilo, cuando el salario de un jornalero por día era de 1,5 pesetas al día», expone Jesús Garrido, que en mayo presentará su libro sobre el Motín de la Patata.