Manuel Juliá

EL TIEMPO Y LOS DADOS

Manuel Juliá

Periodista y escritor


Todos nosotros

22/11/2021

Gonzalo Pontón denomina a su historia de España historia de todos nosotros. Mientras leo el libro recuerdo esa ácida y amarga educación que cayó sobre nuestras débiles mentes en tiempos ojalá muy pasados. La historia era el inventario de las hazañas de los reyes. No solo la de nuestro país, también la del mundo. Recuerdo el axioma machacón. Los faraones construyeron las pirámides, los reyes las ciudades y conquistas y los cardenales las majestuosas catedrales. Sin embargo, aunque adormecido por una infancia sometida a miedos y consignas, no pude dejar de pensar en los millones de personas que lucharon, sufrieron y murieron, a mayor gloria del rey, construyendo los monumentos o ganando o perdiendo las batallas.
No consistía la historia en una genealogía del presente, era una especie de ordenanza para el futuro. Nos decían que lo primero que deberíamos aprender es que no éramos nada, que nuestro destino consistía en ser esclavos de entes superiores que decidían nuestro futuro: el rey, la patria, dios, había (y hay) multitud de jerarquías… El gran poder de decisión es autónomo y nosotros solo podemos ser espectadores vivenciales de un destino común.
Cuando Pontón dice «todos nosotros» establece el protagonismo en la realidad del mundo. Una realidad que no es un santuario de vanidades y leyendas, sino del tiempo que fue, lleno vidas diarias que gozaban, soportaban o sufrían la existencia. Mi admirado Emerson dijo que la historia no existe que solo existe la biografía. Esa es la realidad. Millones de biografías hirviendo en una memoria que busca que alguien las rescate. Todas esas biografías, manifestadas en hechos que superaron lo cotidiano, son la historia que merece saberse y descubrirse. 
 Cuando se escribe de nuestra Transición se suele personalizar en el Rey o Suárez ese éxito histórico. Se olvida que, tanto uno como otro, actuaron en interés propio obligados por un pueblo que ya había acogido el deseo de democracia en su destino. Sin ese «pequeño detalle» quizá su actuación habría sido distinta. 
Existe una mirada que es la de la mayoría de la población que funciona como motor del tiempo. Existe una realidad que formamos todos nosotros que, en nuestras coincidencias, disensiones o desatinos, se sobrepone a la legendaria y virtual magia del líder y lo convierte en un seguidor, no en guía de la manada. 
Y en tanto este poder es más fuerte, creo que está más cerca el buen destino que el abismo. Esos reyes, emperadores, prebostes… llevaron las más de las veces a la gente al sufrimiento porque no existía ese poder. Ahora existe. Seamos conscientes de ello. Pensemos que nuestras voluntades enlazadas son el verdadero motor de la Historia. 

ARCHIVADO EN: España, Democracia