El catedrático de Derecho Penal Nicolás García Rivas participó la tarde de ayer junto al profesor Pedro Oliver en una ponencia acerca de la judicialización y represión en el conflicto catalán, ponencia que sirvió para poner luz sobre los detalles jurídicos de la sentencia del Tribunal Supremo sobre los encausados por el proceso soberanista.

¿Penalmente qué considera  lo más importante de esta sentencia?

La sentencia tiene por un lado de destacable que no haya una condena por rebelión. Es algo lógico, más de 100 penalistas firmamos un manifiesto hace dos años, donde sosteníamos eso, que no había delito de rebelión en el porches. Pero la sentencia tiene también la parte negativa de que se  aplique a los procesados el delito de sedición.

¿Por qué?

La sedición es un delito obsoleto, que habría que reformar. Se inspira en una filosofía del siglo XIX, y se aplicaba sistemáticamente en la época de Franco contra las llamadas huelgas sediciosas. Resucitar hoy ese delito es algo muy negativo, usarlo para castigar duramente algo que no era rebelión me parece mal.

Advierten muchos que esta condena por sedición abre la puerta a aplicarlo a otras manifestaciones. ¿Es momento de que el poder legislativo tenga en cuenta la pervivencia de ese delito de sedición?

El problema que plantea la sedición es que es un delito ambiguo en la redacción que tiene, también lo es la rebelión, pero incluye la violencia, y eso ha hecho que no se aplique. La sedición exige solamente un alzamiento tumultuario, que no se sabe muy bien lo que es. Se aplicaba a veces cuando los vecinos de un pueblo se levantaban por lo que fuese. Creo que  en 1990 un asunto así de Letur llegó al Tribunal Supremo, cuando un grupo de vecinos conspiró para que los pozos de agua no fueran usados por no se quién. Claro, es que la sedición se puede aplicar a cosas que no tienen ninguna sentencia, eso significa que hay que reformarlo. Este fin de semana un grupo de penalistas hemos empezado a ver la alternativa a la redacción actual de los delitos de rebelión y sedición. Tendrán que reformarse en algún momento.

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