«No tenía pueblo, pero he comprobado que son maravillosos»

A.G.
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Paloma García Villena sigue sorprendida aún por el reconocimiento que le entregó la semana pasada la Junta, que la seleccionó como premiada por la provincia de Albacete con motivo de la celebración del Día Internacional de la Mujer Rural

Paloma García Villena. - Foto: C.A.

Paloma García Villena sigue sorprendida aún por el reconocimiento que le entregó la semana pasada la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, que la seleccionó como premiada por la provincia de Albacete con motivo de la celebración del Día Internacional de la Mujer Rural.

En la justificación de esos galardones, el Ejecutivo autonómico destacó, ante todo, «la valentía» de esta joven farmacéutica, quien decidió emprender un negocio en un pueblo e instalarse allí, siguiendo el camino contrario al de muchos compañeros de su generación y las anteriores, ese éxodo al entorno urbano que ha motivado la preocupante despoblación de la España vaciada.

En 2018, apenas superada la treintena, Paloma dejó un puesto de trabajo en la populosa costa alicantina para arriesgarse a adquirir la farmacia de Carcelén, un municipio albacetense con poco más de 500 habitantes censados. Allí se ha asentado ya como una carcelenera más y no solo mantiene ese servicio, sino que su carácter emprendedor la llevó a dar un paso más allá. Junto a Zoraida, otra vecina de la localidad, fundó La Burbujería, una empresa de fabricación artesanal de jabones y otros productos cosméticos, en la que utilizan materias primeras naturales del entorno y con la que comenzaron a pequeña escala y pronto dieron el paso a la venta a través de Internet.  

¿Cómo fue su trayectoria profesional antes de dar el paso de instalarse en Carcelén?

De toda la vida, desde los dos años, había tenido claro que quería tener una farmacia.  De hecho, en la despensa de mis padres tenía una botica, así que lo que estoy viviendo ahora es un sueño cumplido.

Siempre había trabajado como farmacéutica adjunta, la última vez en una farmacia de costa en Campello, y vivía en Benidorm. En uno de mis trabajos previos, estuve en una farmacia rural y me encantó, así que empecé un proceso de investigación para intentar comprar una. 

Lo estudié todo bien para hacerlo sin intermediarios y fui llamando a todos los pueblos de Albacete hasta que una amiga me dio el  dato de que se vendía la de Carcelén y llegué aquí de casualidad, porque no tenía ninguna vinculación anterior con el pueblo ni conocía a nadie de aquí.

¿Sintió miedo al dar ese salto de un entorno urbano al medio rural, al contrario de la tendencia mayoritaria entre los jóvenes?

Claro, yo tenía un miedo enorme porque no sabía cómo iba a salir. Es un negocio en una población pequeña y tuve que meterme en una hipoteca súper grande, que avalaron mis padres con todo su patrimonio, por lo que dormir de un tirón es casi imposible desde entonces.

Sin embargo, la gente respondió muy bien, Carcelén me demostró que tiene unos vecinos maravillosos y además conocí a Zoraida, con la que monté La Burbujería y ahora es casi como mi hermana.

A priori puede dar mucho miedo mudarte porque es cierto que la población está envejecida y va a menos, pero si tienes ideas, puedes sacarles muchísimo partido,  porque hay muchos sectores y servicios que faltan en los pueblos y que se pueden proporcionar. Si tienes imaginación, el pueblo es muy gratificante.

En Carcelén necesitaríamos, por ejemplo, un gimnasio u otras muchas cosas y yo animo a todo el mundo a que se anime a emprender en los pueblos, porque tienes la recompensa de vivir como en una familia.

¿Está especialmente agradecida la población porque les haya asegurado un servicio básico?

Realmente Carcelén debía mantener la farmacia, porque es un municipio con centro de salud y le corresponde tenerla. 

En cualquier caso, es cierto que creas una relación especial y la gratitud es mutua. Por ejemplo, durante la pandemia, me ofrecí durante las 24 horas a todo el mundo para lo que se necesitara, como llevar la medicación a casa a quien tuviera miedo de salir. Noté que lo agradecieron un montón y a cambio me traían la comida a casa y me la dejaban en la puerta. Estuve como una reina.

 Aparte, yo también he tenido momento malos en este tiempo, no todo es fácil, y he sentido que todos se han volcado para intentar ayudarme.

Por tanto, ¿puede decirse que esas virtudes del medio rural compensan otras carencias?

Entiendo que depende de cada persona, pero para mí ha tenido muchos beneficios. Desde que estoy aquí puedo decir que me siento completa totalmente. 

El campo me encanta y, aunque Carcelén es una población bastante desconocida, tiene mucho monte, rutas senderistas por las que andar y recursos naturales, que precisamente hemos podido aprovechar para poner en marcha La Burbujería.

Además, trabajar en una farmacia rural mola muchísimo y te aporta experiencias que no puedes tener en otros sitios. A veces viene la médico a la rebotica, como antiguamente, y nos tomamos el café o ejerces papeles que en una ciudad son imposibles, como casi de psicólogo. 

Todos nos conocemos y hay confianza plena, tengo las llaves de algunas casas por si me falta algún alimento y puedo ir a cogerlo y también a mi casa entra todo el mundo.   

¿Cree que, después de la pandemia y sus efectos, hay más gente que va a seguir su ejemplo?

Puede ser. Es cierto que, después del confinamiento, han venido algunas familias que empiezan a apreciar más la vida en el campo o con animales. También hay mucha gente que aquí es autosuficiente y eso es otra ventaja a tener en cuenta.

Todo eso yo lo desconocía totalmente, porque soy de Albacete capital, he vivido allí y luego estudié en la Universidad de Valencia. No tengo pueblo ni nunca había vivido en uno y he comprobado que son un mundo maravilloso por descubrir.

Ahora soy una carcelenera más, me he metido en la asociación de turismo y queremos hacer todo lo posible para que la gente lo empiece a conocer, porque es un pueblo muy bonito que en la provincia prácticamente no se conoce.  

Tras la buena experiencia, llegó un paso más, la empresa de jabones y cosméticos, ¿cómo surgió esa idea?

Comenzamos Zoraida y yo en mi cocina, con la curiosidad de aprender cómo se hacía un jabón, después de haber estado dándole vueltas a qué podíamos hacer con tanto aceite como hay en este pueblo.

A partir de ahí, empezamos a formarnos, fuimos probando con diferentes productos y aprovechamos la pandemia para realizar todas las legalizaciones pendientes de la actividad. Después pusimos en marcha la página web y la verdad es que nos está yendo bastante bien. Estamos muy contentas con la respuesta, porque es un producto bastante asequible y que la gente valora mucho al ser natural. 

Todo la materia prima que utilizamos es totalmente natural, con plantas como lavanda, romero o caléndula. Nos las trae la gente o las sembramos nosotras y nos resulta un trabajo muy divertido.

¿Cómo es el proceso de elaboración de esos productos?

Es relativamente fácil, aunque hay que tener en cuenta varios factores importantes, como medir el ph de los jabones o que se sequen durante 40 días para que sea adecuado a la piel.

A mí me ha servido para recuperar la formación magistral, un aprendizaje que tenía algo olvidado, y ahora hemos dado el paso a elaborar también cremas. Estamos en expansión.

¿Les ayudan las nuevas tecnologías a la labor de comercializar desde un municipio pequeño?

Claro, la página web y las redes sociales han permitido ha hecho que nos conozca mucha gente. El premio también ha ayudado, la verdad es que nos ha abierto un montón de puertas.

Precisamente, ¿cómo ha afrontado este reconocimiento?

Antes de nada, pensé en mis padres y me sentí muy contenta porque pudieran ver lo que he conseguido gracias a su apoyo, que me ha permitido estar donde estoy. También en mi chico, que ha aguantado mi mal humor en momentos de tanto trabajo.

No me lo esperaba y, cuando  me lo dijeron, pensé que era una broma. Pensándolo después, es muy gratificante y un estímulo para seguir adelante. 

Después de estos años de buena experiencia en Carcelén y tras obtener ese reconocimiento, ¿qué mensaje daría a otros jóvenes que estén pensando en instalarse en un pueblo?

Como ya he dicho, les invitaría a que abran un poco los ojos, porque en los pueblos hay muchos sectores que nos faltan y servicios que se pueden ofrecer y tienen buena respuesta. Al menos en Carcelén las iniciativas nuevas son muy bien acogidas.

Hay que echarle algo de imaginación, pero los pueblos dan muchas oportunidades de crecer y su gente te lo va a agradecer muchísimo.

Yo no conocía el mundo rural y ahora de aquí no me muevo. Permite vivir en paz, con vecinos muy generosos y hay que tener en cuenta que montar un negocio o tener una vivienda en un pueblo puede ser relativamente barato. Siempre existe una posibilidad de fracaso, pero si te sale mal, cierras y ya está, sin tener las rémoras que suponen los costes de una ciudad. 

Animo a todo el mundo, porque nos estamos quedando muy pobres de población y es una auténtica pena. 

¿Vendrían bien esas ayudas públicas, de las que tanto se habla, para facilitar el traslado de jóvenes en el medio rural?

Cualquier incentivo vendría bien, porque hay mucha dificultad para emprender. Para la Burbujería nos movimos bastante y pedimos  varias ayudas económicas, pero no conseguimos nada.

La gente del pueblo sí nos ayudó mucho, en todo lo que pudo. Nos daban materiales que no necesitaban o nos lo instalaban ellos, como regalos o trueques, a cambio de otros productos.