La nueva España

Carlos Dávila
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La alternativa al frente radical de izquierdas es una renovación mejorada del plan puesto en marcha en el inicio de la Transición

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, es clara favorita, según las encuestas, para ganar en los comicios del 4-M. - Foto: Alberto Ortega

Este sábado se echará a la calle en Madrid lo peor de cada casa, desde los ácratas que han reaparecido en el panorama nacional hasta los directamente antisistema, trufados, claro está, de elementos foráneos que ya se están uniendo a todas las protestas que se plantean en Europa. Todo parece indicar pues, que existe una Internacional de la algarada que, por ahora, no reviste expresiones masivas, pero que sí empieza a preocupar, y mucho, a los diferentes Cuerpos de Seguridad de países como Alemania, Francia y ahora España. La cuestión es si en este día inicial de las movilizaciones va a participar Iglesias y toda su ralea de leninistas, los que aún le siguen en la renovada y no desmentida ambición de asaltar los cielos de España. 

 Por lo que se infiere de las declaraciones del aún vicepresidente, él y los suyos (apenas un contingente entre familiar y personal enchufado), Iglesias va a plantear una campaña electoral donde sea menester, desde luego en Madrid, no ya a cara de perro, sino como una recreación guerracivilista. No se ha parado en barras a la hora de cubrir de improperios, de imprecaciones del más alto voltaje a todos los que él considera no ya rivales, sino enemigos políticos. Les ha llamado «delincuentes» y «criminales» a sabiendas -el tipo no es tonto del todo- que, como no ha hecho mención explícita de nombres y apellidos, la Justicia ni siquiera puede actuar de oficio. Él conoce la trapisonda y por eso la practica. También puede adivinar que algún exaltado, un peón todavía más que él mismo, puede tomarse al pie de la letra los insultos de su jefe y actuar contra, precisamente, los que este denomina «criminales» y «delincuentes».

La campaña en Madrid para la renovación de la Asamblea regional comenzará efectivamente el 18 de abril, cuatro días después de que se produzca una nueva manifestación de la ultraizquierda para conmemorar el advenimiento en 1931 de la II República Española. Ya advierto que este nuevo episodio va a encerrar aún mayor gravedad que el de este sábado. En principio, una constancia: va a ser autorizado por el delegado del Gobierno en Madrid, un tal Franco que, directamente, recibe órdenes, y las cumple, de la Presidencia del Gobierno y del fiasco más grande que haya visualizado la política española desde la Transición: el todavía ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, un prodigio de sumisión y parcialidad respecto al plan general de destrucción articulado por Pedro Sánchez. En esas fechas y aún antes, el centro derecha, personificado en este caso por Isabel Díaz Ayuso, va a sufrir una acometida sin precedentes. Ella es, en todo caso, la disculpa porque de lo que se trata es de conformar un ambiente, incluso agresivo y violento, para subvertir a la sociedad española y crear un modelo de confrontación que, según ya muchos expertos, recuerda al devenir revolucionario de la II República mencionada.

Frente a estos hechos, que no son fruto de exageración alguna y que, desgraciadamente, llegarán a confirmarse, ¿qué puede hacer, cómo va a responder la otra parte de España, la que ya se siente conturbada? No es mala sino todo lo contrario, la inicial respuesta que, casi en forma de eslogan, se ha anunciado como contrapropuesta de lo que se nos viene encima: Comunismo o libertad. Curiosamente, una pequeña, pero representativa, facción mediática, ha puesto en solfa este lema, tildándolo de provocativo. 

 

Comunistas

Pero, vamos a ver: ¿es cierto o no lo es que Pablo Iglesias y los suyos se declaran comunistas?, ¿es cierto o no lo es que la señora Díaz, que va a ser vicepresidenta del Gobierno de Sánchez, es militante activa del Partido Comunista español?, ¿es cierto o no lo es que el comunismo actual ha adoptado formas antisistema como método de oposición a conservadores y liberales, incluso a los socialdemócratas europeos? Entonces: ¿En qué consiste la tal provocación? Estamos ante un abordaje al poder (la Justicia, la Monarquía, los partidos de la oposición, los medios de comunicación…) que supone un desafío sin precedentes al Estado democrático que nació en la Constitución de 1978.

En consecuencia, el centro derecha español no tiene otro remedio que asentarse en sus principios de respeto escrupuloso al Estado de Derecho e intentar, desde luego, ganar en las urnas todas las convocatorias que se puedan ofrecer en nuestro país. De entrada, la de Madrid y alguna otra que la coyunda social leninista se vaya inventando a medida que note que sus ofertas políticas han dejado de contar con la mayoría del electorado. Ahora mismo se depara una gran oportunidad para que la España hibernada durante estos años de gobernación barrenera, intente la victoria electoral para impedir lo que ahora mismo se está comprobando: el derrocamiento de todo un régimen de libertades. Sobran en este tablero partidos que, como Ciudadanos, están vendidos al pacto de Sánchez e Iglesias. Esa formación política ya está descontada. Sirven las alternativas conjugadas para alentar lo que llamamos con toda propiedad La nueva España, que, al fin, no es otra cosa que una renovación actualizada y mejorada del plan que se puso en marcha en los inicios de la Transición. Estos días estamos asistiendo a la embrionaria reacción de la sociedad civil española, encerrada hasta el momento en casa por la brutal alarma a la que nos tiene sometidos Pedro Sánchez, un monumento a la inconstitucionalidad que se quiere ampliar cuando, a principios de mayo, en coincidencia con las elecciones de Madrid, La Moncloa decida que para sus intereses políticos es muy adecuado un permanente estado de alarma en el que el Gobierno nos mande como si de individuos lanares se tratara. 

La nueva España de la que ya se ha comenzado a hablar, es una iniciativa impecable y legal contrapuesta a la barbarie que se nos anuncia desde la ultraizquierda y que este mismo sábado retratará su primer ataque. De pronto, en nuestro país y sin que nadie lo esperara, se ha abierto una esperanza política que, de desaprovecharla, nos sumiría en un modelo de comunismo avanzado del que será casi imposible salir. La nueva España se basa en la reunificación de los afines porque ahora mismo lo que está en juego es precisamente la continuidad de un Estado que -lo comprobarán mañana mismo- Pablo Iglesias, con la complacencia culpable de Sánchez- está intentado volar. Los españoles de bien no pretenden asaltar institución alguna, de aquí que sea imprescindible su respuesta para impedir que los que sí propenden al abordaje queden frustrados en el ensayo.