¿Giro... de 360 grados?

C.G.
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El devenir del Albacete pone en seria duda la eficacia del cambio de técnico y devuelve el foco a los males estructurales que se arrastran durante las dos últimas campañas

Imagen de un partido reciente del Albacete en el Carlos Belmonte. - Foto: José Miguel Esparcia

El cambio de entrenador se convirtió hace décadas en la poción mágica que todo lo cura. Una vez tras otra los clubes acuden a esta estrategia, bien movidos por la presión del entorno, bien por el recurso fácil de traslado de la responsabilidad de los cuadros de mando que, a fin de cuentas, son los encargados de diseñar el curso.

No faltan incluso estudios académicos que, hace ya más de una década, probaron la ineficacia de la medida con carácter general, aunque cabría descender a lo particular para comprobarlo. El caso del Albacete, en esta y otras temporadas, es un buen botón de muestra, aunque en este caso quizá cabría apuntar a una dosis extra de precipitación.

La cortísima etapa de Lucas Alcaraz como entrenador durante esta temporada ya ofreció indicios de lo que podría acaecer. En su destitución tras la quinta jornada, el técnico granadino aseguró que la decisión correspondió a alguien a quien ni siquiera conocía, en clara alusión a la familia Kabchi, propietaria de la entidad. Las premisas de la nueva temporada, atípica en todos los sentidos, llevaban aparejada una confianza mutua en función de la apuesta arriesgada por jugadores de Segunda B. El recurso al cortafuegos solo tardó cinco semanas en llegar.

Así las cosas, el devenir del Albacete ha resultado paradigmático en cuanto a los cambios de técnico. A un arranque teóricamente vigoroso de López Garai le ha sucedido una nueva fase de decadencia que redunda en unos números muy similares a los de su predecesor en los últimos cuatro compromisos celebrados.

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