Las elecciones autonómicas que se celebrarán en Castilla y León el próximo mes de febrero constituyen un motivo serio de preocupación en La Moncloa. La convocatoria anticipada ha venido a quebrar la perspectiva de la hoja de ruta tranquila hasta finales de la legislatura con la que contaba Pedro Sánchez, tras haber conseguido que la heterogénea parroquia de sus socios parlamentaria aprobaran los Presupuestos.

Tras lo ocurrido en Madrid el pasado 4 de mayo cuando la candidata popular Isabel Díaz Ayuso arrolló al PSOE en las urnas, en el entorno de Sánchez temen que pueda repetirse la historia. Temen que más que un juicio a la tarea del gobierno regional que preside Alfonso Fernández Mañueco las elecciones regionales acaben transformándose otra vez en una suerte de plebiscito "Sánchez, sí, Sánchez, no", como, de hecho, ocurrió en Madrid.

La polarización política de la vida española fomenta este tipo de situaciones. Al PSOE, y no digamos a Podemos, esta convocatoria anticipada les ha desconcertado. Desde La Moncloa confiaban en que la llegada de los fondos "Next Generation EU", y, una distribución selectiva, podría mejorar sus expectativas políticas en una comunidad históricamente favorable a los populares.

En política quien controla los tiempos obtiene ventaja. En el caso que nos ocupa, las elecciones del 13 de febrero a Sánchez le han pillado con el pie cambiado. De ahí la irritación que destilan las simplificaciones con las que algunos medios adictos al Gobierno presentan el hecho en sí de la convocatoria adjudicando la iniciativa de la convocatoria a Pablo Casado y no a Fernández Mañueco, el presidente que recelaba de las maniobras en la sombra de sus socios de Ciudadanos. Y que, al convocar, liquidó el fantasma de una moción de censura.