La mañana más caótica y feliz del año

Redacción
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Con las primeras luces del alba, los pasillos de todas las casas de Albacete se llenaron del ruido de pequeños pies descalzos y del mismo grito: «¡Los Reyes! ¡Llegaron los Reyes!»

Isabel, con uno de los productos más demandados, y su hermana Alejandra. - Foto: A.G.

Ser Rey no es una tarea fácil, pero si encima eres un Rey Mago la tarea es mucho más complicada. En teoría, sus Majestades de Oriente tienen toda la noche del 5 al 6 de enero para repartir unos cuantos millones de regalos por todo el mundo pero en realidad, ni toda la noche tienen,  qué va, más bien solo unas horas, porque los padres saben que esa noche mandar los niños a la cama -y que se duerman- suele costar lo que no está en los escritos porque los 'peques' ya están de los nervios.

Cuando cae la noche, Melchor, Gaspar y Baltasar tienen que deslizarse dentro de las casas con el mayor de los sigilos. No es que vaya a saltar la alarma, es que deben evitar que los chavales se despierten y en más de un caso es una tarea bastante complicada, porque algunos y algunas tienen el oído más fino que el mejor de los ninjas, son capaces de saltar de la cama de un brinco y pillar a los monarcas con las manos en la masa o, mejor dicho, los regalos en la masa, justo cuando los ponen bajo el árbol.

Encima, la mañana del Día de Reyes es la única de todo el año en la que a los niños de todo el mundo no les cuesta madrugar. Al revés, con las primeras luces del alba, lo habitual es que los pasillos de las casas de medio planeta se llenen del ruido de pequeños pies descalzos que corretean de la cama al salón, y que papá y mamá se despierten con el mismo grito de «¡Los Reyes!, ¡llegaron Los Reyes!» y el ruido que hace el papel de regalo al romperse en mil pedazos.

Una vez cumplida la tarea, los Magos se retiran a sus palacios en el lejano Oriente, hasta el año que viene, y los mayores vuelven a tomar el control durante 364 días más. Lo acostumbrado es que este día les den a los chiquillos un poco más de cuerda de lo normal, para que jueguen todo lo que puedan.

La mañana del 6 siempre es un poco atropellada. Hay familias que pasan en pijama casi todo el rato, disfrutando de los regalos; otras, por contra, se echan a la calle. Depende de lo que hubiese en las alforjas de los Reyes, pero lo que casi siempre es complicado es convencer a los más jóvenes -y a más de un adulto- de que también hay desayunar. También es habitual que suene el telefonillo y que sean los tíos o los abuelos, con algún presente que cayó en sus respectivos domicilios. Tras la comida en familia, poco a poco vuelve la normalidad. Pero no pasa nada, hoy no hay clase y aún queda tiempo para jugar.

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