Dichosos los aficionados al rejoneo, porque verán a Ventura

P.J.G
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El rejoneador portugués realizó una gran faena al quinto, al que desorejó, y Munera se cerró la puerta grande con el rejón

Diego Ventura abrió la puerta grande. - Foto: José Miguel Esparcia

Las bienaventuranzas son un pasaje literario en el libro de la Biblia y las más célebres son las ocho con las que comienza Jesús en el Sermón del Monte, frente a sus discípulos y a una gran multitud. Ayer, los bienaventurados, o dichosos, fueron los aficionados al rejoneo, los más fieles en la plaza de toros de la capital albacetense, ya que año tras años son los que posibilitan que la corrida de rejones sea una de las que mejor entrada registra, si es que no es la mejor. Estos aficionados al rejoneo no sólo pudieron presenciar un entretenido festejo, sino también que tuvieron la dicha de disfrutar y saborear el rejoneo del portugués Diego Ventura, con la gran actuación que brindó en el quinto de la tarde, al que desorejó tras la primera faena, ya en la séptima de abono, en la que se pasearon dos orejas de un mismo toro. Triunfo rotundo del portugués y puerta grande, la que no pudo saborear el local Juan Manuel Munera por su fallo en el remate de su actuación, ya que acariciaba la oreja que le daba la salida en hombros cuando dejó un rejón atravesado que no fue suficiente y, después, falló con el descabello. Mala suerte para el villarrobledense, que, sin embargo, pudo irse con la sensación de haber completado una buena tarde y con una oreja en su haber. Completó la terna Sergio Galán, quien se fue de vacío, pese a que hubo una petición de oreja tras su primera actuación que no fue concedido, con una posterior bronca dirigida a la Presidencia. 

Magistral. Con el mal sabor de boca por la suspensión de la sexta de abono y gracias a que ayer la meteorología acompañó y permitió la celebración del festejo, en lo que no sabemos si fue una tregua o un adiós definitivo de la gota fría, la séptima de abono volvió a endulzar los paladares del público y los aficionados, en este caso al arte del rejoneo, que casi llenaron la plaza de toros. El gran artífice de ese cambio en el gusto fue el jinete Diego Ventura, con su faena al quinto de la tarde, un toro rajado en los primeros compases y que complicó la colocación de los rejones de castigo, el primero contrario y el segundo arriba. No parecía que el menú acabase siendo sabroso para el público, pero apareció Ventura a lomos de Nazarí y cambió por completo el panorama y los ingredientes, porque ahí comenzó a cimentar su gran actuación, ya que templó de costado una barbaridad y colocó dos banderillas de mucho mérito, en la distancia corta y exponiendo. Con Fino no perdió tono, más se incrementó con banderillas al quiebro, dejándole llegar al toro para después calentar los tendidos con perfectas piruetas en la cara del astado. La locura en los tendidos llegó con Dólar, al que quitó la cabezada y llevó, sólo con los pies, hasta la cara del toro para colocar un brillante par de banderillas a dos manos, seguido por un lucimiento de doma para llevar a Dólar hasta el patio de caballos. La plaza estaba entregada al portugués, pero todavía quedaba por saborear las banderillas cortas que colocó montando a Volapié y un certero rejón de muerte que quedó arriba y fue de rápido efecto. El toro dobló y los tendidos se llenaron de pañuelos pidiendo dos orejas que confirmaron un gran triunfo.   

No corrió la misma suerte ante su primer enemigo, un toro parado y sin entrega ante el que el jinete tuvo que poner todo de su parte para completar una buena actuación que no remató con los rejones de muerte, ya que pinchó dos veces antes de dejar uno caído y trasero.

Juan Manuel Munera se quedó a un paso de acompañar al maestro Ventura en la salida en hombros, tras completar dos buenas actuaciones en las que dejó patente que es un jinete cuajado y que tiene recursos suficientes ante toros de distinta condición. La primera fue de mucho mérito, a un toro manso, ante el que todo lo tuvieron que poner el jinete y sus monturas, en una labor de temple con Dámaso y valentía con Arrebato, rematada con brillo con Misterio, con el que expuso en la cara del toro. Le sirvió para pasear una oreja. Su actuación ante el segundo de su lote, este con más movilidad, fue de menos a más y tuvo los pasajes más brillantes con Arrebato, con el que otra vez templó de costado y dejó buenas banderillas. Volvió a rematar con Misterio, pero dejó un rejón y falló al descabellar, por lo que la oreja que acariciaba se esfumó, como su salida en hombros.

Sergio Galán completó una tarde muy seria, con mayor lucimiento ante el manejable toro que abrió plaza, con el que consiguió pasajes brillantes que, tras dejar un rejón de muerte contrario y trasero, le valieron para que hubiese petición de una oreja que no se concedió. Le costó más ante su segundo enemigo, más parado y ante el que tuvo que poner él todo de su parte culminar una labor que pinchó con los rejones de muerte.