Las farmacias son otros de los negocios que siguen abiertos, salvo casos muy puntuales por contagio de sus titulares, para garantizar así la prestación farmacéutica. Como otros profesionales sanitarios, los farmacéuticos han visto incrementado su trabajo debido a la pandemia del coronavirus y a la situación de emergencia sanitaria que vivimos. A pesar de estar al pie del cañón, consideran que no han recibido el apoyo suficiente ni la empatía por parte de las autoridades sanitarias.

Juan Gabriel Callejo Carrillo es el titular de su farmacia, ubicada junto al Hospital General, en la calle Hermanos Falcó, que su padre, también boticario, le traspasó a su jubilación, siendo de su propiedad desde 2014. A su cargo tiene a otro farmacéutico adjunto y dos auxiliares de farmacia, además de que también cuenta con servicio de Ortopedia en sus instalaciones.

Callejo Carrillo asegura que al principio pasó miedo por la avalancha que recibían de usuarios que ante el anuncio del confinamiento decidieron hacer un acopio importante de medicamentos por si después no podían salir de sus casas. Sin embargo, tras esos momentos iniciales, la situación señala que se ha estabilizado, aunque sigue habiendo una gran demanda de la población por determinados productos sanitarios.

«Al principio lo que más pedía la gente eran mascarillas, geles hidroalcohólicos; luego la demanda mayor se centró en los termómetros, debido a la psicosis entre la población por tomarse la temperatura por tener síntomas compatibles con Covid-19, y ahora lo que más nos piden son los pulsiómetros, si antes vendíamos uno al mes ahora podemos llegar a vender entre 20 y 30 por mes».

Aunque, según Juan Gabriel Castillo, las mascarillas siguen escaseando, «y apenas tenemos para cubrir nuestras necesidades como profesionales que necesitamos protegernos», vamos consiguiendo estos productos que en momentos determinados se han agotado, de unos proveedores o de otros».