Ensuciarse con los pecados de la gente

SPC
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El Papa Francisco recuerda a los religiosos en la misa Crismal que renueven sus votos de pobreza, castidad y obediencia, al tiempo que les insta a tocar las heridas y las angustias de la gente

Ensuciarse con los pecados de la gente - Foto: VATICAN MEDIA

El Papa Francisco dedicó ayer la misa Crismal, culto con el que arranca el Triduo Pascual, a la labor sacerdotal, e instó a los que eligen este ministerio a «ensuciarse» con las heridas y los pecados de la gente. «Ungimos a ensuciándonos las manos al tocar las heridas, los pecados y las angustias de la gente; ungimos a perfumándonos las manos al tocar su fe, sus esperanzas, su fidelidad y la generosidad incondicional de su entrega», aseguró el Santo Padre en su homilía, en la que instó a seguir el ejemplo claro y llano de Jesús.

«El que aprende a ungir y a bendecir se sana de la mezquindad, del abuso y de la crueldad», agregó en la solemne y emotiva ceremonia que tuvo lugar en la Basílica de San Pedro del Vaticano. 

Francisco aseguró también que esto «sana de la mezquindad, del abuso y de la crueldad» al tiempo que alertó que los sacerdotes no pueden ser «repartidores de aceite en botella». 

Con la misa Crismal, en la que se conmemora la institución del sacramento del orden sacerdotal, según la tradición cristiana, dio comienzo la  séptima Semana Santa de Francisco. 

El Pontífice aseguró: «Nosotros, sacerdotes somos, en algún punto de nuestro pecado, el herido molido a palos por los ladrones. Y queremos estar, los primeros, en las manos compasivas del buen Samaritano, para poder luego compadecer con las nuestras a las demás personas». 

En la solemne celebración, el Heredero del Trono de San Pedro pidió a los sacerdotes que renueven sus votos de pobreza, castidad y obediencia y bendijo los óleos que durante el año se utilizaran para ungir a los que se bautizan, a los que se confirman y para la ordenación sacerdotal. 

El Obispo de Roma recordó a los religiosos que «el Señor nunca perdió este contacto directo con la gente» y comparó esta actitud con la de los curas que no son cercanos a la gente y que -a su juicio- dan origen al «clericamismo». 

Para el Papa, los párrocos deben buscar en su labor evangélica a los más marginados de la sociedad y por eso hizo hincapié en cuatro grupos: «los pobres, los prisioneros de guerra, los ciegos y los oprimidos». En este sentido les pidió que estos «ungidos» adquieran en su vida «rostro y nombre propios». 

Y añadió: «Hemos sido elegidos entre ellos y sin temor nos podemos identificar con esta gente sencilla. Ellos son imagen de nuestra alma e imagen de la Iglesia. Cada uno encarna el corazón único de nuestro pueblo».