Un largometraje sin actor principal

P.J.G.
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Miguel Ángel Perera paseó la única oreja de la tarde tras una faena sin apreturas y Urdiales y Marín se fueron de vacío

Derechazo de Miguel Ángel Perera. - Foto: Rubén Serrallé

El toreo es arte, aunque no está oficialmente reconocido como una de las siete artes, pero sí está muy presente en todas ellas, como bien destacó Genoveva Armero, pregonera de la Feria Taurina. El séptimo arte es el cine y muchas son las películas que a uno le pueden venir a la mente sobre el mundo de los toros y sobre toreros en particular. El festejo de ayer en el coso albacetense, la segunda de abono, me trasladó ayer al cine, pero no por recordarme alguna película en concreto ni por ver apuntada en la agenda alguna cita para ir al cine, sino porque la duración, dos horas y 45 minutos, me hizo vivir -e imagino que a muchos de los presentes en el coso de la capital- un largometraje, pero sin actor principal, ya que ni los astados de Victoriano del Río y Toros de Cortés, ni la terna compuesta por Urdiales, Perera y Marín quiso tomar el papel de protagonista, ya que todos quedaron en secundarios, con amagos de querer el más destacado, como Urdiales en el prometedor inicio de faena al primero de la tarde, Perera en las faenas a los dos más manejables del encierro o Marín ante el segundo, con el que debió apostar antes, pero no lanzó la moneda al aire. Y los toros no fueron los de la tarde anterior, pero tampoco los más propicios para el lucimiento. Todo en 165 minutos, un largometraje de los buenos, con un final en el que el espectador se quedó sin saber quién era el actor principal.

Miguel Ángel Perera, torero que tiene su particular romance con la plaza de toros de Albacete sí fue protagonista principal en la cuestión numérica, porque paseó la única oreja de la tarde, que pudieron ser dos si no falla con los aceros ante el segundo del festejo.

Cortó un apéndice al quinto de la tarde, con el hierro de Victoriano del Río, un astado que tomó el capote sin entrega, poco destacó del tercio de varas y comenzó defendiéndose en la muleta del extremeña, que empezó doblándose por bajo. Cimentó la faena sobre la mano derecha, con las que se sucedieron las series, ligadas, con algunos enganchones y sin apreturas por parte de un diestro que fue animando los tendidos y recriminó a la banda de música que no arrancase con algún pasodoble para calentar todavía más a un público con ganas de rendirse al extremeño. Al natural, con tanto alivio como por el pitón derecho, todo fue más deslucido y volvió sobre la mano derecha para levantar una faena que, como muchas de la tarde, se alargó en exceso, pero con poca profundidad. Dejó una estocada trasera y caída que fue suficiente para acabar con el astado y pasear la única oreja de la tarde.

Su primer enemigo también llevaba el hierro de Victoriano del Río y el extremeño fue el mejor parado en el sorteo, con el lote más manejable. Este astado tuvo más fijeza en el capote, y tras un puyazo en el que empujó con un pitón, le realizó un quite por chicuelinas sin demasiado lucimiento. La faena de muleta también fue larga, iniciada con la mano derecha, con series liadas, pero de poca transmisión. Cambió el panorama, a mejor, cuando se echó la muleta a la mano izquierda, porque con el toreo al natural subió de tono su labor, rematada con naturales con ambas manos cambiándose la muleta por la espalda. Tenía todo a favor para sumar un trofeo que se perdió por los dos pinchazos previos a la estocada final y todo quedó en una ovación.

A Ginés Marín le correspondieron toros con distinto hierro, el primer de Victoriano del Río y el segundo de Toros de Cortés, pero los dos mansos con distintos matices. Al primero, parado y reservón de salida, que derribó al caballo en un arreón y apretó en banderillas, le inició la faena con la derecha, de uno en uno, sin repetir ni humillar el astado, por lo que pronto cambio a la mano izquierda, aunque tuvieron menos limpieza los muletazos. Decidió volver sobre la mano derecha y a partir de ahí se mostró más decidido el diestro, expuso más y en la distancia corta arrancó los muletazos en otra faena alargada en exceso y en la que dio un sainete con los aceros. Al sexto de la tarde, otro toro con poca entrega en el capote, le recetó un lucido quite en el que alternó chicuelinas, con una tafallera, una cordobina y una ajustada media. Buen aperitivo para una faena de muletazos a media altura, sin obligar al toro, porque al hacerlo doblaba, con menos calado en el toreo al natural y que fue a menos, rematada con un pinchazo hondo y una estocada trasera y caída, siendo ovacionado.

No tuvo su tarde Urdiales, un torero esperado y respetado por el público albacetense, que lo más lucido que dejó en la tarde de ayer fue el brillante inicio de faena al que abrió plaza, doblándose por bajo con tanto gusto como torería. De ahí en adelante, una faena que fue a menos, con más voluntad que otra cosa por parte del diestro. Ante el cuarto, un toro blando, manejable y protestón no terminó de acoplarse en ningún momento y realizó una labor de trámite con la que cumplió el expediente antes de despachar al astado con una estocada casi entera y contraria.