Una formación geológica de hace cinco millones de años

E.F
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La formidable fortaleza natural de Peñas de San Pedro forma una atalaya ocupada por íberos, musulmanes y cristianos que los hombres se han disputado a lo largo de los siglos

La Peña del Castillo - Foto: C.L.

El 21 de julio de 1798, Napoleón arengó a sus tropas en Egipto: «¡Soldados! - dijo el corso- ¡Desde lo alto de esas Pirámides, 40 siglos os contemplan!». De haber dado ese mismo discurso en Peñas de San Pedro, la cuenta hubiese sido un ‘poco’ mayor, porque desde lo alto de la Peña del Castillo nos contemplan unos cinco millones de años, y eso por lo bajo. Vamos, que en comparación, las tumbas de Keops, Kefren y Micerino son de ayer por la tarde.

Por sí misma, la Peña del  Castillo es un monumento natural, una clase de formación geológica conocida como inselberg, esto es, una «montaña isla», una elevación solitaria que se alza hasta los 1.000 metros sobre el mar, rodeada por terrenos menos accidentados, que marcan la transición entre Los Llanos de Albacete y las primeras estribaciones de las Sierras de Alcaraz y el Segura.

Hace unos 10 millones de años, la cumbre de la peña formaba parte del fondo de un mar poco profundo.  Con el paso del tiempo y una ‘ayudita’ de la tectónica de placas, estos materiales se elevaron hasta crear una fortaleza natural desde la que se dominan tanto la sierra como el llano y que, por esta causa, conoció la presencia del hombre desde el Paleolítico Medio.

No hay constancia, por el momento, de asentamientos permanentes en la Peña hasta el segundo milenio de antes de Cristo. Una de las posibles causas es que, en lo alto, no hay manantiales de agua y resulta complicado crear un poblado o un puesto de control sin ella.

El ingenio humano supo, no obstante, superar este grave inconveniente, mediante la construcción de varios aljibes abastecidos con puntos de agua situados a media ladera. Recientes investigaciones sugieren que esta roca descomunal formó parte de una serie de elevaciones fortificadas  (en latín, oppidum) que los íberos usaban para controlar  el sector central de la provincia y del que formaban parte otras fortalezas naturales, como por ejemplo la de Chinchilla.

Los orígenes de las fortificaciones aún existentes en la peña se remontan a la época de los reinos de Taifas. Pasó a manos de Alfonso VIII en el siglo XIII y desde entonces tuvo un papel protagonista en las guerras  y disputas acaecidas en esta parte de la Península Ibérica en la Edad Media, la Edad Moderna, la Guerra de Sucesión, la Guerra de la Independencia y la Primera Guerra Carlista, entre 1833 y 1840, período en el que llegó a ser la sede de la Audiencia Provincial de Albacete. En la segunda mitad del siglo XIX, la cumbre quedó abandonada tras la marcha de la guarnición y los pocos residentes que quedaban.