Se apellida Serrano y es de Albacete

P.J.G.
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El diestro de la capital y el tobarreño brindaron una intensa tarde de toros con un complicado encierro de Victorino Martín

Templado natural de Sergio Serrano. - Foto: Arturo Pérez

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Mano a mano

Dicen que nunca es tarde si la dicha es buena y en la Feria Taurina de Albacete mereció la pena la espera hasta la séptima y última de abono, la tarde más intensa, en la que el reloj contaba los minutos con demasiada celeridad, porque cuando acabó el festejo uno se quedó con sensación de querer más. No más festejos, sino más de ese festejo en el que los dos toreros locales, Rubén Pinar y Sergio Serrano, brindaron una gran tarde de toros ante un complicado y exigente encierro de Victorino Martín, con el que no sólo dieron la cara, sino que, además, triunfaron. Con más rotundidad lo hizo Sergio Serrano, que ya lo conocen ustedes, pero es un orgullo decir que es de Albacete, que uno también tiene su corazoncito. Cuajó una gran tarde en la que quedará por mucho tiempo en las retinas de los presentes la actuación ante el primero de su lote, desde la portagayola en la que dejó claras sus intenciones, pasando por el capote y llegando a una faena de muleta llena de temple, de poderío, de verdad. Son muchos los adjetivos a emplear, pero todo se puede resumir en la célebre frase de Juan Belmonte: «se torea como se es» y Sergio Serrano es tan buen torero como buena persona, que se ha ganado en silencio, con trabajo y constancia llegar a una tarde como la de ayer, con un triunfo incontestable que le convierte en el autor de la mejor faena del abono y en el triunfador de la Feria.

El festejo de ayer estaba marcado en el abono por muchos aficionados, por el interesante mano a mano entre dos toreros locales que atraviesan un gran momento y por la presencia de los toros de Victorino Martín, que casi siempre garantizan, al menos, la emoción en el festejo. Se sumó al espectáculo la meteorología, porque todo quedó en amenaza de lluvia, por lo que a la hora habitual se abrió el portón de cuadrillas y tras el paseíllo y la interpretación del himno de España, el público tributó una gran ovación a los dos diestros, algo que después agradecieron con creces en el ruedo.

Los dos toreros, dentro de una sana rivalidad -al finalizar el festejo se fundieron en un emotivo abrazo-, mostraron sus intenciones desde el primer momento, al irse a recibir a sus primeros enemigos a portagayola. Serrano, tras esta suerte tan peligrosa como de poco rédito, le recetó después, a su primer enemigo, verónicas de distinto corte, rematadas con una revolera, tras la que cayó y quedó a merced del toro, que no hizo por él. No se amilanó, porque, tras unas chicuelinas al paso para poner al toro en suerte para el tercio de varas, le realizó un ajustadísimo quite por chicuelinas. Brindó al público una faena de muleta que comenzó doblándose por bajo con el de Victorino para después, con la derecha, lograr templados muletazos, perdiendo pasos al toro para ligar las series, que fueron a más ante un toro que se le paró a la altura de los muslos y el diestro le aguantó hasta que pasó. Cambió a la mano izquierda y todo subió de tono, temple en su muñeca y naturales con mucho sabor, con otra muestra de firmeza del diestro, que por este pitón también le aguantó otra parón de tragar mucho, como hizo el diestro. La faena fue intensa, poderosa y templada y sólo faltaba ponerle el remate de la espada, que quedó un poco desprendida, pero fue suficiente para acabar con el astado y que los tendidos se llenasen de pañuelos. Dos orejas y un triunfo sin discusión.

No se conformó el albacetense, que lejos de acomodarse por el triunfo ya logrado, volvió a irse a recibir a portagayola al segundo de su lote, que casi le arrolló. No tuvo el albaserrada ni clase ni entrega en sus primeras embestidas, echando la cara arriba y sin permitir el lucimiento del diestro en una faena que subió de tono cuando se echó la muleta a la mano izquierda. Así llegaron los mejores pasajes, con un toro que tuvo más recorrido por ese pitón, en una labor que fue a más y en la que Serrano volvió a estar firme, pero sin la intensidad del capítulo anterior. Tras una estocada, paseó una oreja, la tercera que sumó al esportón.

El sexto de la tarde fue el más complicado de su lote, al que le costó repetir en la muleta y se quedaba a mitad de viaje, buscando al diestro, que lo intentó por ambos pitones, pero sin poder sacar provecho. Estuvo más desacertado con los aceros y su labor fue ovacionada.

A Rubén Pinar le tocó peor lote, pero el tobarreño sacó a relucir todo su oficio y la firmeza que le caracteriza, sobre todo con el que abrió plaza, un toro sin clase y con peligro, con el que se la jugó de verdad, sin amedrentarse cuando le prendió y le llegó a romper el chaleco, porque volvió a la cara del toro con más firmeza si cabe, por encima de su enemigo que acabó rajándose y al entrar a matar le rompió la taleguilla y le propinó un puntazo corrido. Le arrancó una oreja, de mucho peso.

Ante su segundo enemigo tuvo que ponerlo él todo, tirando de un astado que no se entregó para ligar los muletazos por ambos pitones, con un buen arrimón en el pasaje final, con el toro más apagado. Una buena estocada acabó con el astado y paseó una oreja que se ganó a pulso y que le abría la puerta grande. Si dicen que no hay quinto malo, éste fue la alimaña del encierro, con la que también dio la cara en una breve faena.