A propósito de Cortázar

Ana Martínez
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El cineasta albacetense Mario Hernández recrea una miscelánea del escritor argentino en su último corto, 'Salvo el crepúsculo'

Sara Etienne y Clara Alvarado, protagonistas del nuevo cortometraje del director de cine albacetense, Mario Hernández. - Foto: Julia Armengol

Aunque pueda parecer terrorífico por aquello de perder el control, hay ocasiones en las que una obra, independientemente de su género, nace de la mano de un autor, pero crece, se desarrolla y madura de manera autónoma e independiente. Ella sola. La metáfora la protagoniza Salvo el crepúsculo, el último cortometraje del cineasta albacetense Mario Hernández López, una historia de amor de dos personas muy poética e intimista, que se sumerge en el universo de Julio Cortázar, de Rayuela, de La Maga, los cronopios…. 

Bien parece que Mario Hernández ha buceado en los mundos oníricos del escritor argentino, que puede, pero no ha dejado de plantear una relación amorosa contemporánea y actual, en la que dos mujeres se conocen, se enamoran y conviven hasta que rompen la relación. Nada futurista, ni tampoco del pasado. Nada que no ocurra hoy en día.

Salvo el crepúsculo es, para su director, una historia de amor entre dos personas, una historia «de perdón, de poder aceptar sin olvidar el pasado, de saber sobrellevarlo, respetarlo sin pretender ocultarlo…, a veces arrastramos cosas que nos reconcomen, sabemos que lo hicimos mal en ese momento pero pretendemos creer que nunca sucedió y elegimos una deriva autodestructiva para no sentir ese dolor, aunque al final lo mejor es abrazarlo, convivir con él y recordar lo bueno», un desenlace que se visiona en los últimos segundos del corto en esas miradas tan realistas de las protagonistas.

Estudiando en la Ciudad de la Luz de Alicante, Mario Hernández empezó a saber que quería contar una historia así. Acudieron ideas e imágenes, pero no sabía cómo llevarlas al cine hasta que en 2017 escribió un guion, «ya sabía cómo y qué quería contar», fue seleccionado en una nueva sección de la Seminci, un laboratorio de guiones, y recibió una de las tres ayudas a la producción que se concedieron.

Sin embargo, el recorrido hasta escribir «fin» no ha sido especialmente sencillo ni rápido. Dos años ha tardado Mario y su equipo en levantar este proyecto porque en producción y logística se ha asemejado más a un largometraje, dado a la cantidad de localizaciones que se grabaron, los extras que han participado, la escenografía utilizada y el largo proceso de post-producción, un periodo, este de dos años, en el que el corto cobró vida propia y fue haciendo «lo que le ha dado la gana», dice el cineasta almanseño.

Con vida propia. El mejor ejemplo de esa independencia es el propio título de la obra, Salvo el crepúsculo, el mismo que Julio Cortázar dio a su último libro de poemas publicado en 1984. «Lo que yo pretendía era adaptar Rayuela a un cortometraje, no sabía cómo, es prácticamente imposible, y al llegar a Salvo el crepúsculo, además de encontrar el título, descubrí la forma de contar la historia de una manera más libre, con un espíritu más sentimental y una narrativa más emotiva», explica el autor de este cortometraje, que en su discurso audiovisual toma elementos de diferentes escritos de Cortázar, historias de cronopios, pasajes de Rayuela, fragmentos… «El resultado es una mezcolanza cortazariana, una miscelánea del escritor», si bien los acontecimientos no tienen por qué ser los mismos, tal es el caso de ese Horacio que no va en busca de La Maga, todo lo contrario de lo que hace Julia, la joven protagonista del guion de Mario Hernández López.

Hasta la fecha, el corto ha sido seleccionado en una docena de festivales de todo el mundo, muchos de los cuales están dedicados al mundo Lgtbi. Nada pretendido ni intencionado por parte del director almanseño, que simplemente vio en la historia una sensibilidad atribuible especialmente al género femenino. No está muy contento Mario con este encasillamiento y aunque entiende que existan festivales para reivindicar al colectivo Lgtbi, no le gusta que su pequeña película se haya etiquetado, porque «es una historia de amor en la que no tiene importancia el sexo de la pareja, podían haber sido un hombre y una mujer, dos hombres, dos mujeres…, es una historia universal y como tal deberíamos normalizar la incorporación al cine de parejas del mismo sexo, de actores y actrices de otras razas… Simplemente Salvo el crepúsculo tiene una sensibilidad que me pedía que fueran dos mujeres; nuestra reivindicación es precisamente que no hay reivindicación, sencillamente una historia de amor». Agradece la suerte de haber contado con la participación de actrices de la talla de Clara Alvarado (La Casa de Papel), Sara Etienne (Ypsilon) y Ruth Gabriel (El asesino de los caprichos), profesionales que, al margen de las series de televisión y el cine, van en busca de buenos personajes y buenas historias que poder elegir para alimentar currículum y experiencia. No en vano, «el papel de Clara es muy arriesgado, tiene muchos registros, no es fácil ni simpático», define el director de cine albaceteño, a quien le costó dar con la actriz que se metiera en la piel de La Maga hasta que encontró a Sara Etienne y su elegancia interpretativa cercana al cine clásico.

Sin dejar de promocionar este último corto y con varios premios y trabajos audiovisuales en su biografía, ha llegado la hora de que Mario Hernández afronte un largometraje, Tregua(s), del que nada desvela ni adelanta. En plena fase de financiación, «poco podemos decir, porque la pandemia está retrasándolo todo, aunque tenemos muy buenas expectativas con esta película».