Ya anda la vida política enzarzada ante posicionamientos de los partidos a costa de una nueva Ley de Vivienda, y los que no son partidos que también tienen algo que decir por ejemplo la CEOE, la organización empresarial que ya se ha manifestado contra dicha ley. Ser lego en la materia me impide tener un criterio, sobre la bondad o no de la Ley, pero no es sin embargo óbice para reconocer que el nuestro es un país que necesita legislar para afrontar la situación de la vivienda convertida en un problema para muchos ciudadanos y una utopía inalcanzable para tantos otros, especialmente los cada vez numerosos jóvenes cuya precariedad en el trabajo y la irregularidad en ingresos, les convierten en unos aspirantes al mercado de la vivienda cada vez más marginales y excluidos.
Las fuerzas políticas y sociales deberían hacer un esfuerzo para que el sector de la vivienda alcance a buena parte de esa población que cada vez se encuentra más alejada de poder aspirar al uso de una vivienda digna. Y no es precisamente ese el panorama que se va perfilando bajo el manto de los enfrentamientos de siempre y azuzados por el calendario preelectoral que nos rodea. Si se mira en clave electoral y se pierde toda perspectiva para trabajar en una misma dirección, al margen de los intereses generales y sólo buscando la rentabilidad de unas siglas ante los retos electorales que se anuncian, se dará un paso más hacia el fracaso en el que se ha profundizado en las últimas décadas. La vivienda no puede ser un privilegio de unos cuantos, los de siempre, y que ha desembocado en que lo que debería ser un derecho de todos sea hoy un problema, cuando no una utopía inalcanzable.