Fernando Fuentes

Fernando Fuentes


La testiculina de Felipe

27/12/2022

Orillando, necesariamente, todo tipo de análisis periodístico o cuñadista sobre el contenido de lo que Felipe VI entonó, a eso de las nueve de la pasada Nochebuena, lo que más importa llegados a este punto, del share y del otro, es saber a cuántos españoles realmente les importa algo más que un bledo lo que su Rey les dirigió poco antes del atracón habitual del 24 de diciembre. Ya no entramos en cuanta gente lo vio, que fueron menos que nunca, sino a cuántos de ellos sus mensajes fueron capaces de calarles hasta el mismo tuétano. En este momento de zozobra institucional y de incertidumbre a todos los niveles, nos vendría muy bien tener un Jefe de Estado fuerte, convencido y en su sitio. Pero adolecemos de ello. Y lo peor de todo es que él lo intenta, pero la sombra del gran bribón es inmensamente alargada. Y es que por mucho que el hijo del Emérito quiera dar una imagen de seriedad, rectitud y honestidad su herencia paterna lo ubica en una situación de duda, tan injusta como permanente. El daño que Juan Carlos I ha infringido sobre la corona española es enorme, casi letal. Ni siquiera el actual Rey, tan presuntamente ajeno a las insaciables correrías comisionistas como sexuales de su predecesor, liderando una nueva Casa Real más limpia, transparente y sostenible, es capaz de escapar de esa terrible percepción que tiene gran parte de sus súbditos. Me gustó Felipe cuando habló de unidad y, sobre todo, cuando sugirió que hay que cambiar, adaptándola a los nuevos tiempos, cosas capitales de la Carta Magna. También cuando exigió respeto para las ahora tambaleantes instituciones. Pero no me agradó nada cuando apeló al heroísmo patrio para salir de ese pozo en el que estamos hundidos. Me recordó a esos entrenadores de fútbol que cuando van perdiendo en el descanso, por varios goles de ventaja y sin mucha solución táctica a la vista, se ven obligados a recurrir a la testiculina para intentar salvar una contienda que saben que, salvo milagro, está perdida. No Felipe, tirando de entrepierna no se recuperan los valores sagrados de una democracia en peligro. Solo con unidad, respeto y diálogo podremos soñar con llegar a la prórroga, para jugárnoslo todo en los malditos penaltis. Así estamos.