Ramón Bello Serrano

Ramón Bello Serrano


La palabra moral

15/04/2023

La palabra moral está comenzando lentamente a rehabilitarse. Su habilitación significa que hemos vivido tiempos de grande incapacidad -hemos tocado fondo- y frente al embrutecimiento común las personas hemos rehabilitado nuestra fibra moral, quizá adormecida por hallarnos en un ambiente ruidoso y de escasa condición social. Lentamente nuestro interior rehabilita aquel día que admiramos un pequeño gesto o nos sentimos gratificados por una renuncia de escasa importancia -quizá fue el hombre que compadeció a otro o se paró, de propósito, para escucharle un rato; y quizá orillamos, por una vez, rutinas cargadas de egoísmo, por voluntad propia y de grado-. La palabra moral ha padecido -y padece- por cuanto su gramática lleva ínsita, de modo connatural, como un cierto mandato que, desoyéndolo, arrostra una sanción privada y una pena de conciencia. En los tiempos del comercio marítimo los tratados autorizaban a los buques extranjeros para hacer el comercio en aguas nacionales. Era la habilitación de bandera -Cunqueiro habló de cómo los barcos hablaban por banderas en una lengua universal y comprensible por toda escuadra-. Algo de esto le pasa a la palabra moral. Lentamente empieza a rehabilitarse y el hombre dispone de su bandería -es un bando de cortesía- para recuperar la gratificación de las pequeñas -y rectas- cosas. Las palabras morales -mejor su gramática- no son para realidades antiguas, soportan mal los argumentos precipitados, no son agua almibarada y, sin embargo, educan la paciencia de soportarnos el uno al otro, en esta realidad moderna -tolerarse el peso vital con espera, quizá con lentitud, la lentitud vuelta a habilitar-. Para las palabras morales es necesaria la liturgia. Existe una habilitación de bandera o tratado -probablemente la ley mosaica- y un lenguaje aquietado, un tanto sobrio, retraído en el decir precisamente para decirlo mejor, pero enfático, como el marino habla por banderas -pero cada hombre porta la suya propia abriendo o cerrándose al tráfico vital-. A veces engañarse puede ser honrado como esa laguna Estigia a la que todo hombre tiene derecho. Gratifica percibir ese atirantarse de la palabra moral ajena a los aplausos de pago, relieve o bandera que todo hombre detenta.

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