Un sueño convertido en pesadilla

Héctor Pereira (EFE)
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Una falsa oferta de trabajo o una ficticia relación amorosa a través de internet atrapan cada año a cientos de mujeres dentro de redes de trata de personas que acaban explotándolas sexual o laboralmente

Un sueño convertido en pesadilla - Foto: Foto de Volkan Olmez en Unsplash

Detrás de una falsa oferta de trabajo, o de una supuesta relación amorosa, se esconde el engaño que atrapó en los últimos meses a cientos de venezolanas dentro de redes de trata de personas. Lo que comienza como el sueño de una vida mejor se convierte para todas ellas, algunas menores de edad, en una pesadilla de explotación sexual o laboral.

Las estrategias de los tratantes para captar a niñas y mujeres también son muchas, y se valen de redes sociales, vacíos legales, falsas promesas y, sobre todo, de las necesidades de las víctimas para convencerlas de que deben trasladarse a otro país, como comienzan casi todas estas historias.

Por ello, y debido al incremento de casos en estos últimos tres años, las autoridades del país sudamericano han intensificado la búsqueda de proxenetas, esclavistas y traficantes de personas en general, una guerra que se libra, en buena medida, en plataformas digitales, donde la trata tiene su principal ecosistema.

En paralelo, diversas organizaciones no gubernamentales documentan cada mes decenas de casos y asisten a un número similar de víctimas que intentan recomponer sus vidas después de haber sido humilladas, mientras lidian con la idea de reconocerse como supervivientes de esta lacra.

Los extorsionadores pusieron la mirada en Venezuela en los últimos años, cuando se produjo una migración masiva en medio de la crisis económica, lo que generó un flujo de potenciales víctimas en fronteras y caminos irregulares, muchas de ellas intentando burlar los requerimientos de visado en algunas naciones, y otras cazando supuestas ofertas de trabajo en internet, donde las redes de trata juegan con ventaja.

Desde el año 2020, la ONG Tinta Violeta registra denuncias de desapariciones de adolescentes y adultas que dejaron de tener comunicación con sus familias después de haber emigrado a otros países para trabajar como camareras, promotoras de marca o limpiadoras domésticas, entre otros oficios. La organización descubrió pronto que estaban documentando casos de explotación.

«En Venezuela, la forma más usual de captación es la oferta de trabajo engañosa. Incluso quienes aceptan ir a hacer trabajo sexual están siendo engañadas y víctimas de trata», explica Daniela Inojosa, directora de esa organización no gubernamental que rescató a 57 niñas y 73 mujeres entre mayo y noviembre de 2022.

La activista ha atendido a adultas que estuvieron bajo el control de un mismo proxeneta, a adolescentes que fueron engañadas por primos o hermanos, a jóvenes que fueron embaucadas por sus novios, a víctimas de un sinfín de circunstancias que empezaron con un traslado al exterior.

Al igual que Tinta Violeta, la ONG Mulier documenta las historias de venezolanas que son rescatadas, un total de 1.390 en 2022, pero que -alerta- es apenas un subregistro de casos que esconde un número mayor de afectadas y un problema mayúsculo para el país.

El romance como señuelo

Carla -nombre ficticio que protege una identidad real- reside desde 2022 en Bélgica, a donde llegó enamorada después de un año de una relación amorosa virtual con un europeo que la cortejó con regalos y le insistió en que se mudara a su ciudad. Una vez allí, comprobó que no la esperaba un idílico romance, sino el maltrato cotidiano y la pérdida de su libertad.

No podía hablar con su familia, vestirse como quería, usar su teléfono o salir cuando le apeteciera, pues su novio, convertido de inmediato en esposo, controlaba cada decisión de su vida, una nueva rutina en la que no escaseaban los insultos ni el trabajo, tanto doméstico, en casa, como en una empresa de construcción. Antes de ser rescatada por la Policía, explica, había optado por una «estrategia de sumisión» para evitar más agresiones, en su intento por crear una burbuja que protegiera a su hija, de ocho años, del entorno violento. Hoy, Carla busca regularizar su estatus en Bélgica y abrirse camino junto a su pequeña, mientras espera que la Justicia procese a su expareja.

Aún llora al contar lo vivido, pero no calla, pues quiere que su caso no se repita, por lo que pide a mujeres y niñas estar atentas y a denunciar los perfiles que ofrecen, en redes sociales, matrimonios con extranjeros y vidas de ensueño, siempre con el requisito inicial de mostrar desnudez y trasladarse a otros territorios. Y estas ofertas siguen visibles en algunas plataformas digitales.