La caída del consumo marca la vendimia

Vidal Maté
-

Los precios a la baja se imponen en la mayor parte de las zonas a pesar de la reducción de la cosecha por factores climáticos

La caída del consumo marca la vendimia - Foto: Alberto Rodrigo

Cosechas a la baja, elevados niveles de existencias al inicio de campaña, altos costes de producción y, sobre todo, descenso del consumo en España y en el exterior que obligaron a una destilación de crisis: estos son los factores más importantes que están marcando la actualidad en el sector del vino en esta vendimia.

Como consecuencia de la sequía general en todo el territorio (aunque sus efectos han sido muy dispares según zonas en función cuánta lluvia se ha recibido y cuándo y cómo ha caído), la campaña se presenta corta, con una producción de solo unos 35 millones de hectolitros, lo que supone una reducción del 15% sobre los 40,7 millones de la campaña anterior y de un 20% sobre la media de los últimos años -43 millones de hectolitros-. Este ajuste discreto de los rendimientos en un año en el que la sequía ha reducido las cosechas de cultivos como los cereales o el olivar en más de un 40% radicaría en la existencia de casi 400.000 hectáreas de superficie de regadío sobre las 960.000 hectáreas totales de viñedo.

Con la sequía, los pedriscos y las heladas como protagonistas en la parte negativa de la balanza, pero también con lluvias beneficiosas puntuales en algunas zonas caídas de forma irregular, en la región que constituye el mayor viñedo del mundo (Castilla-La Mancha) la cosecha esperada se sitúa entre los 17 y los 18 millones de hectolitros frente a una media superior a los 25 millones. En otras áreas productoras como Cataluña los efectos de la sequía también han sido muy elevados. También hay importantes comarcas productoras de vinos con denominación de origen como Ribera de Duero donde la cosecha será buena -unos 110 millones de kilos con una materia prima de calidad-; o como en Rioja -con una producción de unos 350 millones de kilos- o en Rueda, con el blanco como protagonista.

La caída del consumo marca la vendimiaLa caída del consumo marca la vendimiaEn todos los casos, en el sector del vino, como en el resto de las producciones agrícolas, la campaña ha estado marcada por los elevados costes de producción, con incrementos medios superiores al 30%, provocados especialmente por los abonos, la energía y los tratamientos fitosanitarios que, en la totalidad de los casos, no han sido cubiertos por los precios pagados por las bodegas privadas. En las cooperativas, donde se opera a resultas, cada entidad lleva su estrategia de pagos en diferido y aplica sus mecanismos por diferentes conceptos.

En ese contexto, los precios pagados por las bodegas en territorios como Castilla-La Mancha para la variedad más generalizada, la uva blanca airén, se sitúan en 0,20 euros por kilo como base, para llegar a los 0,35 euros el kilo en la variedad tempranillo; cifras, en cualquier caso, muy por debajo de unos costes de producción estimados por COAG en 0,43 euros por kilo en blancas y en 0,52 en tempranillo. En Cataluña, con una cosecha a la baja por la sequía, los mayores precios, por encima de los 0,60 euros, corresponden a las uvas para la elaboración de cava. En Ribera de Duero los precios para uva de calidad van de 1,20 a 1,40 euros, con partidas que llegan a los dos euros. En Rioja, los precios medios no llegan a los 0,60 euros para variedades tintas y superan esa cifra las escasas producciones de uvas blancas, situación que se repite en Rueda bajo el dominio de los blancos. En Toro, los precios van desde los 0,20 euros para la variedad garnacha o malvasía, a una media de 0,40 para la tinta de Toro; cotizaciones en todos los casos muy inferiores a las pagadas la campaña anterior, con 0,30 euros para la malvasía o 0,57 para la tinta de Toro.

Se bebe menos vino.

Sequías, precios y producciones aparte, en el sector del vino la nota más destacable en este momento está marcada por el la evolución del volumen de la demanda interior y también por las exportaciones. Según los datos manejados por el Observatorio Español de los Mercados del Vino, la demanda en España alcanzó en los últimos años la cifra récord de los 11 millones de hectolitros en 2021 para caer a solo nueve millones de hectolitros en 2022 y repuntar en el último ejercicio hasta los 9,7 millones, lo que supone un consumo de poco más de 20 litros por persona y año. De ese volumen de consumo, los tintos suponen unos 5,4 millones de hectolitros y los blancos 4,3 millones. El dato más importante a destacar es el crecimiento permanente en los últimos años de los vinos blancos frente a la caída de los tintos.

Una situación similar se repite en las ventas en el exterior, con un volumen que ha caído desde los 23 a los 20,9 millones de hectolitros en los últimos años, lo que supone un descenso de casi un 10%, mientras en valor hay un incremento de casi un 3% hasta los 3.000 millones de euros. La parte más negativa es que los graneles siguen dominando las ventas con el 55% de las salidas, especialmente a Francia, Italia, Alemania o Portugal a un precio medio que no llega a los 0,50 euros por litro. En el lado positivo de esas ventas hay que considerar que son salidas necesarias para ajustar oferta a demanda y reducir los excedentes.

Esta campaña se inició con existencias de unos 39 millones de hectolitros, lo que representaba un aumento de unos 900.000 hectolitros que desembocó en la destilación de crisis de unos 400.000 de ellos, fundamentalmente de Extremadura y Cataluña. En Rioja, a pesar de elaborar en esta Denominación de Origen caldos de calidad y de las medidas de recorte adoptadas en la producción en el campo, las existencias no han parado de crecer durante ya varias campañas por una oferta no ajustada a los gustos cambiantes de los consumidores, tanto en el mercado interior como en el exterior, que cada vez muestran un mayor interés por los vinos blancos o rosados con menos graduación en vez de por los tintos.

En conjunto, a la vista de la evolución de la demanda, aunque las modas son cambiantes, no parece que esté de más una reflexión global sobre hacia dónde debería ir la producción y las industrias del vino para no alejarse de los consumidores y evitar más salidas como las destilaciones de crisis, que parecían ser ya cosa de otras épocas.