El lateral que quiso golear

Diego Izco (SPC)
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El catalán celebra su decisivo tanto ante Osasuna. - Foto: Europa Press

La historia juzgará a Jordi Alba con más amabilidad que las aficiones rivales. Y que el propio barcelonismo, a veces receloso, con el pequeño atacante encerrado en el cuerpo de un lateral de carrera fugaz, paso corto, pecho algo, culo bajo.  

Mientras eso no ocurra, lo del juicio de la historia -algo que sucede en las horas inmediatamente posteriores a la retirada del héroe-, el de Hospitalet seguirá salpimentando partidos. Ya con menos hábito. El paso del tiempo se llama Alejandro Balde. El chico pronto se ganó el cariño de la grada, pronto superó los 32-33 kilómetros por hora que convertían a Jordi en el increíble 'hombre bala' del carril zurdo y pronto alcanzó la línea de fondo rival. Lo que aún le queda por hacer a Balde, si lo comparamos con su antecesor en el 'cargo', igual no lo consigue en su vida. Se llama instinto (en el último tercio). Y Alba lo conserva intacto. A pequeñas dosis, pero intacto.

El pasado martes, en un partido cerrado y áspero ante Osasuna, encerrados los navarros con un hombre menos desde el minuto 26, todos los cambios ofensivos de Xavi fracasaron: Dembélé, Ferrán, Ansu... Sin saberlo, el más ofensivo de todos fue el de Alba por Balde: el internacional enganchó un zurdazo con el exterior de la bota para acercar más de media Liga al Camp Nou.

«Para ser lateral, he tenido la suerte de meter muchos goles», decía al final del encuentro. La suerte no se entrena ni se posee. Alba ha forjado una carrera con más vocación ofensiva que defensiva. Hay extremos, por ejemplo, que terminan productivas trayectorias sin las 102 asistencias que adornan su currículum.  

El 'atacante'

Siempre ha tenido el carril izquierdo a su disposición y todos sus técnicos supieron exprimir su facilidad para sacar la pelota, su velocidad para corregir errores (propios o ajenos) en defensa y su capacidad para irrumpir en campo rival con una enorme efectividad. Con todo eso, elegir al Alba lateral o al Alba extremo dependía del momento y la competencia. En el Valencia de la temporada 2011/12, un año antes de regresar al Barça, Unai Emery tenía a un joven Bernat y a un polivalente Mathieu... y el catalán fue un atacante más junto a Jonas, Adúriz, Soldado, Piatti o Feghouli. 

Esa polivalencia le valió para dar el salto a las 'grandes Ligas'. El 11 de octubre de 2011 recibió la llamada de Vicente del Bosque para incorporarse a la selección campeona del mundo. Y al verano siguiente el Barça, que buscaba equilibrar su banda izquierda (Alves gobernaba la derecha) ante el ocaso de Abidal y la irregularidad de Adriano o Maxwell, le echó el 'lazo'. 

De rojo, Jordi Alba se convirtió en pieza clave durante la Euro'12 (anotó el 2-0 de la histórica final ante Italia) y es el dueño del puesto durante casi una década. Y de azulgrana, con el inmenso recuerdo de la Champions 2015, tres cuartos de lo mismo, con un período mágico de cinco Copas y cinco Ligas, seis con la que caerá, probablemente, la próxima semana en el derbi ante el Espanyol. 

Once años y 24 títulos después, con casi tres decenas de goles en el zurrón, 84 internacionalidades (tres Mundiales jugados) y el reconocimiento universal como uno de los mejores carrileros zurdos de la historia moderna del fútbol, el de Hospitalet llega a los 34 años como un suplente de lujo que camina en la incomodidad de la cuerda floja.

A pesar de que su comportamiento como capitán y veterano profesor de jóvenes ha sido intachable, o de que su aportación deportiva es notable en los apenas 1.723 minutos (27 partidos) que ha jugado, el club le busca una salida si no acepta una reducción brutal de su salario, que el año que viene alcanzaría el 'Top tres' de la plantilla por contrato.