Vergonzante

José Francisco Roldán
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«El espectáculo parlamentario se asemeja a una confrontación de chisposos, que se echan en cara los esperpentos del marido, novia, pareja, cuñado, hijos, sobrinas y demás allegados»

Imagen de una de las sesiones plenarias del Congreso. - Foto: Efe

Casi todos los días nos desayunamos con noticias o bulos, que de todo hay en redes y otros medios de comunicación, referidos al comportamiento de personas con relevancia social inmersas en la pura y dura picaresca hispana, que sobrepasa el universo literario para adueñarse de la vida cotidiana. Y esos sinvergüenzas, que ni sufren o padecen, no son conscientes de los efectos perversos que irradian sobre una sociedad hastiada de semejante modo de ganarse la vida.

Durante estas últimas jornadas salen a la luz los tejemanejes indecentes, como mínimo, de hombres y mujeres apegados a las altas autoridades españolas intermediando y ejerciendo de conseguidores en negocios más o menos turbios. Composturas investigables en el ámbito parlamentario, que suelen servir para poco, pero necesitadas de profundización fiscal y judicial, pues rozan los delitos de cohecho, tráfico de influencias, prevaricación, malversación de caudales públicos y toda una serie de figuras delictivas como la administración desleal, alzamiento de bienes, estafa, maquinaciones para alterare el precio de las cosas, entre más. 

No se puede digerir tanto descaro obsceno, mientras se actúa con la supuesta garantía de una impunidad insultante, como si conocieran de antemano las consecuencias sin fuste preparadas para retribuir hechos extremadamente graves. Casi todo va orientado a succionar recursos públicos, que se suelen recaudar con fruición haciendo funcionar esa tremebunda maquinaria recaudatoria, al tiempo que nos endilgan una serie de matracas infumables sobre la solidaridad, el reparto de las cargas fiscales, equidad, compensación financiera y la justicia que supone pagar más quien dispone de mayores bienes. 

El espectáculo parlamentario se asemeja a una confrontación de chisposos echándose en cara los esperpentos del marido, novia, pareja, cuñado, hijos, sobrinas y demás allegados, que se atragantan comiendo en atrojes instalados en empresas y administraciones públicas. Cualquiera que escucha un rato semejante algarabía de reproches descubre que, en realidad, es una puesta en escena propagandística compitiendo en ocurrencias, improperios y desprecios diversos para que aplaudan los de su banda y resbalen al oponente, porque tanto la sartén como la olla se acusan de marcharse con el tizne de la zafiedad, cuando ambas rezuman hollín a espuertas. 

Pero el colmo de lo vergonzante está representado en esas altas autoridades del gobierno despreciando al oponente, que pregunta, aunque no gusten las condiciones del interrogatorio, y quienes deben dar explicaciones, porque es su deber y responsabilidad, muestran su indignación ante lo que consideran una intromisión inaceptable en la honra y dignidad de sus compañeros de trabajo alardeando de una sinceridad falsificada, perfectamente disfrazada para tratar de engañar a ese pueblo indolente apechugando con unos dirigentes políticos despreciables.

De vergüenza ajena. Cada mañana, sin solución de continuidad, los excesos se acumulan embadurnando de porquería el ejercicio de un poder desproporcionado y ansioso por acaparar todos los resortes de influencia, que les garantice la eficacia de sus patrañas y proteja la discrecionalidad sin remilgos, por eso rebuscan en los rincones oficiales la adhesión inquebrantable para dejarlo todo atado y bien atado. La vergüenza ajena afecta cada vez más a unos ciudadanos ya asqueados de tanto mangante sin escrúpulos acaparando enchufes, prebendas y capacidad de interferir en determinados derechos y libertades, amparados por quienes deben contrapesar los poderes del Estado y respaldar leyes insufribles. 

Pero la vida sigue igual, también, porque se ha dado carta de naturaleza a las desvergonzadas manipulaciones, que arrastran hacia lo perverso determinados valores sociales, que se habían logrado en años precedentes, cuando España sirvió de ejemplo al mundo entero. Ahora, con el avasallamiento inquietante de tanto vividor sin escrúpulos, seguimos contemplando un lamentable drama social embargado por una clase social privilegiada, preñada de ventajas intercambiando ocurrencias, lo que consideramos vergonzante.