Editorial

La salida más lógica ante un plebiscito perdido

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Pedro Sánchez ha reaccionado de manera tajante a la contundente derrota que brindaron a los partidos de la coalición gubernamental las urnas el pasado domingo. La convocatoria electoral es una decisión audaz de una persona que ha hecho de la temeridad un eje estratégico de su política y que hasta el 28M le había otorgado significativas victorias. Su triunfo en las primarias, la moción de censura que desalojó al PP del Ejecutivo, el pacto con los nuevos populismos de Podemos o la incorporación de ERC y Bildu a la gobernación del estado son ejemplos de una agenda política repleta de atrevimiento y retos hacia los marcos en los que se ha desarrollado la vida pública española desde la transición. Con este bagaje, un Pedro Sánchez cada vez más aislado de la realidad (lo que en otro tiempo se denominaba el Síndrome de la Moncloa) no dudó en plantear unos comicios locales y autonómicos como un plebiscito en torno a su figura, aun cuando la gestión de los alcaldes y presidentes autonómicos del PSOE – siempre más pegados a la realidad – es uno de los mejores valores que presentar a la ciudadanía.

Sobre el escarmiento a una valiosa generación de líderes políticos locales y autonómicos, los españoles le han respondido con un rechazo categórico a una forma de entender la acción pública sustentada frecuentemente en la polarización. Todos los sondeos publicados dibujan una sociedad que ansía la moderación y el acuerdo en los grandes temas de estado entre los partidos vertebradores del mandato constitucional de 1978. Sin embargo, es evidente que en los últimos años desde las instituciones se ha buscado exacerbar las diferencias, despreciar al adversario y desgastar de los consensos constitucionales para sustituir la tradicional disputa del voto moderado en la liza política por una acumulación de fuerzas sin importar el desgaste que ello supone en el clima político y en la convivencia ciudadana. En este empeño, el PSOE de Pedro Sánchez no ha estado solo y la oposición, principalmente la del PP, ha secundado de manera irresponsable algunas de estas estrategias intentando también pescar en el caladero del populismo. Sin embargo, es aún más impresentable que sean las instituciones quienes alimenten el monstruo de la desinstitucionalización de la vida pública.

Por todo ello, y ante la claridad con la que los ciudadanos se han pronunciado, la salida más lógica del presidente del Gobierno es una nueva llamada a las urnas que eviten prolongar una crisis política durante más de medio año y procedan a despejar el contexto lo antes posible. Sánchez vuelve a plantear la cita en tono plebiscitario y pide a los españoles que despejen dudas sobre la legitimidad de esta forma de hacer política. Pese a ello, los electores tendrán el 23 de julio la oportunidad de utilizar la misma contundencia con que el domingo castigaron en enviar un mensaje a las grandes formaciones de cooperación, mirada a largo plazo y atención a sus problemas reales.