Un antiguo proverbio flamenco del siglo XVIl dice que «el pez grande se come al chico». Así ha sido, es y seguirá siendo en todos los órdenes de la vida, incluido el deportivo. En esta ciudad la euforia se disparó con el Albacete Balompié, incluso antes de lograr los 50 puntos que garantizaron la permanencia, y el sueño de volver a la máxima categoría del fútbol español cada jornada que pasa es más real.
El Alba cuenta con el segundo presupuesto más bajo de la categoría y eso, nos guste o no, nos convierte en un pez chico que se ha colado en las aguas de los peces grandes, con cuentas en sus arcas mucho más elevadas que las del club blanco y con el claro objetivo del ascenso. El Albacete Balompié, por contra, tenía la meta de la salvación y afianzarse en la actual categoría. Con este panorama y todo lo que hay en juego es más fácil perjudicar al pez chico y beneficiar al grande. Sucedió la pasada jornada, en la que el Alba se midió a un pez grande, el Levante, con la injusta expulsión a Maikel Mesa, que dejó a los blancos con 10 jugadores más de medio partido.
El próximo conjunto que visita el Carlos Belmonte, mañana, es el Granada, con el que ya se sufrió en tierras andaluzas la injusticia por la diferencia de tamaño, con un manifiesto arbitraje en contra, con varias expulsiones que dejaron en clara inferioridad a un Albacete que acabó perdiendo. El pez blanco está en aguas que, en teoría, no le pertenecen, pero club, jugadores, entrenador y afición lucharán contra viento y marea por arribar a un buen puerto, porque, en ocasiones, algún pez chico lo consigue.