Antonio García

Antonio García


Raquel Welch

20/02/2023

Cuando los últimos muertos cinematográficos -Godard, Lollobrigida, Saura- han rebasado los 90 años, tienta decir que Raquel Welch, muerta a los 82, nos ha abandonado demasiado pronto. En todas sus biografías se dice que era actriz, pero sin el agregado de su categoría de sex symbol, la definición le quedaba demasiado holgada: ninguna de sus pocas películas es especialmente memorable sino como escaparate de sus carnes, expuestas bajo el primer bikini de la prehistoria en Hace un millón de años, o el ceñido uniforme de Viaje alucinante. Los americanos son muy dados a etiquetar sus productos, y si a Elvis -con el que trabajó la actriz- le apostillaron El Rey, a Welch no tardaron en resumirla como El Cuerpo, un sambenito que en tiempos feministas parece reproblable, pero que resume cabalmente sus hechuras. Welch fue la respuesta americana a mitos sexuales europeos como Sofía Loren, con la diferencia de que esta sí fue, además de cuerpo, actriz. Y no hubiera quedado mal como chica Bond, si Bond hubiera habitado entre dinosaurios y si no se le hubiera anticipado Ursula Andress, otro memorable bikini. Fue la mujer 10, antes de Bo Derek, tras la interinidad de Farrah Fawcett Majors que la relevó en sexsymbolismo. Los españoles de 1985, todavía por desbravar, la vimos en el anuncio estacional de Freixenet y ahí descubrimos, tardíamente, que el espacio natural de la diosa era el espectáculo musical de lentejuelas, su habilidad prodigiosa para el canto y el baile. Sus herederas no son actrices sino cantantes: Beyoncé, Rihanna, Dua Lipa, Rosalía, y otros cuerpos escultóricos, acaso sacudidos con mayor frenesí, pero sin la sugestión ni la belleza de la cavernícola Loana.