23-J: el pulso definitivo

Maricruz Sánchez (SPC)
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El adelanto de las generales desata la batalla por Moncloa entre PSOE y PP, en lo que se antoja como una de las campañas más tensas

Sánchez tendrá que salvar el órdago ante un Feijóo aupado por la victoria del 28-M. - Foto: Sergio Pérez (EFE)

Fue la misma noche de las municipales y autonómicas, en petit comité, cuando el presidente del Gobierno decidió adelantar las elecciones generales. Los resultados desastrosos del 28-M dibujaban un escenario territorial dominado por el color azul del PP y había que mover ficha con rapidez. Esa madrugada, con las cifras en la mano, los comicios acababan de pasar su pertinente factura a Pedro Sánchez, y el precio marcaba una nueva cita con las urnas en el calendario: 23 de julio.

«Lo más maravilloso de la política es que los cambios generan cambios alrededor», decía Sánchez en su famoso libro Manual de Resistencia. Una afirmación que demostró tener bien interiorizada, al hacer público un adelanto electoral que en Ferraz no fue bien digerido a priori, aunque acabó siendo defendido como un buen «movimiento estretégico y táctico». 

Los socialistas aseveran que esta decisión obligará a los españoles a tener que elegir entre un Ejecutivo popular con «ministros de Vox» y uno «de progreso» liderado por ellos. Y todo en medio de la formación de Ayuntamientos y Gabinetes autonómicos, un proceso en el que estiman que los de Santiago Abascal apoyarán investiduras o incluso sellarán coaliciones con el PP.

El último órdago de Sánchez en Ferraz se precipitó como un jarro de agua fría. Sus detractores aplauden la medida porque afirman que es mejor celebrar generales cuanto antes para evitar «abrir un melón» dentro del partido que muchos desean y para impedir «un desgaste aún mayor» al PSOE tras la debacle del 28-M. 

«Ir a diciembre era desangrarse poco a poco», manifiestan las voces críticas con un sanchismo que trata siempre de acallarlas. Una opinión con la que coinciden la mayoría de los barones socialistas, que advierten que con los resultados del 28-M no era factible mantener la gestión del Gobierno.

Y es que, como defienden, el adelanto electoral puede contribuir a acabar con la fragmentación en la izquierda, ya que los electores optarán por un voto útil, opinan. «Es arriesgado pero no hay más opciones. Las otras posibilidades eran volver a buscar ministros e incluso romper la coalición con Unidas Podemos», reconocen.

En Ferraz aseguran, además, que está descartado hacer cambios en el Ejecutivo o en el partido antes de las generales, en las que subrayan que no hay dudas de que el candidato será Sánchez. El objetivo será captar el voto de los indecisos, puesto que calculan que alrededor de medio millón de votantes socialistas se quedaron en casa en las municipales y autonómicas.

Entre los motivos que en el PSOE alegan para tratar de explicar la derrota electoral del pasado domingo están las polémicas que, aseguran, han «ensuciado» la campaña, como la presunta compra de votos y la inclusión de etarras condenados (algunos con delitos de sangre) en las listas de EH Bildu, así como el hecho de que el PP planteara estos comicios como un «plebiscito» contra Sánchez.

Pero también hay quienes alertan de que los partidos situados a la izquierda del socialismo están «muy debilitados», lo que ha impedido a los socialistas sumar apoyos. Por ello, una de las claves del 23-J será si hay finalmente un acuerdo entre la formación morada y la plataforma Sumar, de la vicepresidenta segunda Yolanda Díaz.

El tiempo apremia y, de hecho, en el PSOE se pondrán a trabajar en breve para confeccionar sus listas, que serán aprobadas previsiblemente en un Comité Federal el próximo día 10. 

Mientras, Sánchez ya ha pisado el acelerador hacia la campaña, endureciendo su mensaje, con descalificaciones directas hacia el PP como tacharlo de formación de «extrema derecha» y equipararlo en este sentido con Vox.

También tuvo el presidente palabras de reproche, solo 48 horas tras el 28-M, para los medios de comunicación, a los que acusó de manipular la realidad y mentir al servicio de intereses espurios impulsados por los grandes poderes económicos que, según él, son fieles aliados de la derecha.

Con todo, a la espera de que empiece oficialmente la campaña el próximo siete de julio, Sánchez ya ha puesto sus cartas sobre la mesa: «no me gusta perder», declaró. Y, precisamente por eso, pondrá toda la carne en el asador para salir victorioso de la pugna del 23-J.

La gran oportunidad

En el lado contrario del cuadrilátero, el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, encara la carrera hacia las generales aupado por los buenos resultados del PP en las autonómicas y las municipales. Un triunfo que los populares valoran como «incontestables» y que toman como referencia para las generales.

Consideran en Génova que la convocatoria debería haber llegado antes, aunque valoran que se produzca cinco meses antes de cuando estaba originariamente prevista, para finales de año. Y es que, a juicio de los de Feijóo, la legislatura ha estado marcada por los desvaríos del Gobierno de coalición que encabeza Sánchez: su alianza Frankenstein con Unidas Podemos, fuente de constantes desavenencias; sus pactos con los independentistas catalanes y vascos, culminados por las listas tóxicas de Bildu para el 28-M; el viraje español en el Sáhara; el escándalo de corrupción del Tito Berni; y como broche de oro, los casos de compra de votos a favor del PSOE destapados justo en las jornadas previas a las municipales y autonómicas.

Con ese trasfondo, el PP aspira a vencer el 23-J para constituir un Ejecutivo unitario con la fuerza suficiente para no tener que depender de pactos. Un Gobierno que derogue el «sanchismo y todos los efectos indeseados» que, como defienden, ha acarreado al país.

Y es que las alianzas son un terreno pantanoso en Moncloa. De hecho, socios de Sánchez del llamado bloque de investidura no han dudado en criticar muchas de sus últimas iniciativas legislativas antes de disolver las Cortes y, ya de manera más radical, el adelanto electoral. La maniobra no ha gustado al PNV, que se siente utilizado, ni tampoco a los partidos catalanes, en un momento de desunión en el seno del secesionismo.

Por todo, el 23-J se presenta como el pulso definitivo llamado, según Feijóo, a marcar un nuevo rumbo político en España.