El arbitraje es una de las cosas más difíciles en el mundo del fútbol. El que no lo ha vivido desde dentro no llega a darse cuenta de lo complicado que es tener que estar atento a todo lo que pasa y, en décimas de segundo, tomar decisiones que nunca suelen dejar contenta a una de las partes. A esto hay que unir la facilidad que tienen los futbolistas para buscar el engaño, como muchos pensaron a ver  al portero del Tenerife revolcarse sobre el césped el pasado sábado.

Por ello, los equipos saben que los errores forman parte del fútbol y que al final de una larga temporada la balanza suele equilibrase entre los que te perjudican y los que te benefician.

En cierto modo es por lo que instauró el VAR, un sistema que permite evitar gran parte de los errores más comunes, pero que, como se puede comprobar en la liga española, genera casi más controversias que los propios arbitrajes debido a las decisiones que se toman a pesar de que las imágenes digan todo lo contrario.

Los equipos modestos suelen ser muchas veces los más perjudicados por los árbitros, sobre todo cuando se enfrentan a esos equipos grandes que son habitualmente los que más lloran cuando son los que más tendrían que callar. Además existe la máxima que dice que si te quejas la cosa puede ir a peor, amén de que seguramente no valga para nada.

El Albacete ha tenido alguna vez que sacar los pies del tiesto para señalar situaciones cuanto menos controvertidas, como en la temporada 2018-19 en la que se alcanzaron los playoff de ascenso a Primera y donde hubo demasiados errores que perjudicaron a los manchegos. Se alzó la voz y en el playoff contra el Mallorca pasó lo que pasó.

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