Dicen que se está fraguando la creación de un nuevo partido político. Parece que andan detrás Savater, Igea, Trapiello… Es decir, las vacas sagradas del centrismo irredento. Los de siempre, la 'tercera España' que se infla y se desinfla cada dos por tres, la que se marchita junto cuando está a punto de sembrar la pradera de flores.
Yo perdí hace tiempo la fe y el interés en esta tercera España porque llegué a la conclusión de que se trata de un malentendido. La tercera España no existe, igual que no existen las dos primeras. Son tonterías de analistas políticos, de personas que están en su derecho de pagar una hipoteca y ganarse la vida. Para convertir la farsa en profesión, se ven abocados a producir muchas más teorías de las que podemos consumir el resto.
El centrismo español, en cualquier caso, no es más que la ilusión de que se puede estar en desacuerdo con todas las opciones disponibles y crear algo distinto a partir de esa premisa. Es como una reunión de personas a las que acaban de expulsar de algún sitio y se arremolinan en la puerta. Durante los minutos iniciales tienen eso en común, la propia excusión. Pero enseguida se dan cuenta de que el tema de conversación está agotada y se va cada uno por su sitio.
La mayoría de los que hemos pasado por ahí somos conscientes de que nunca lo hicimos muy convencidos. De que era la opción de quienes no teníamos otro sitio en el que estar. Así que ni siquiera queda espacio para la nostalgia.