Antonio Herraiz

DESDE EL ALTO TAJO

Antonio Herraiz


Esperanza necesaria

07/04/2023

Casi desde el mismo día en que murió, muchos de los que en vida le adularon y también los herederos de ese club de pelotas emprendieron una campaña para denigrar al periodista César González-Ruano. Suele pasar. Cinco décadas después de la muerte de Franco, nunca jamás hubo tantos antifranquistas y, sin ánimo de plantear una comparación imposible, a Ruano le ha venido ocurriendo algo parecido. Se han cumplido 120 años de su nacimiento y el que quiera ahondar en la figura de este escritor puede acudir al quinto beatle de la Quinta del Buitre. Miguel Pardeza es uno de los mayores especialistas de su obra y, tanto en su tesis como en posteriores publicaciones, desmonta gran parte de la leyenda negra en tono a González-Ruano, sin dejar de manifestar por ello sus enormes contradicciones, que las tuvo, como todo el mundo. Los interesados en poner el énfasis en la acusación que le persiguió toda la vida -tráfico de visados de judíos que huían desesperados en el París ocupado y que después, presuntamente, vendía a los nazis- van a seguir limitándose a ese episodio de su vida. Todo por no reconocer que es uno de los nombres más destacados del periodismo y la literatura de buena parte del siglo XX, autor de más de 30.000 artículos, crónicas y entrevistas, y padrino de grandes profesionales del gremio como Francisco Umbral o Manuel Alcántara. No es cuestión de convencer a los que siguen esforzándose en convertirlo en un proscrito. Cuando la ceguera impide ver más allá, los intentos siempre son baldíos, y en el caso de este periodista con tantos vínculos con Cuenca se confirma. 
De las muchas historias que se atribuyen a César González-Ruano, hay una en cuyos detalles coinciden los que la han contado. Todo es a cuenta de un texto que publicó en ABC bajo el título 'Han florecido los almendros'. Ruano tenía claro que un artículo «es una morcilla. Dentro metes lo que quieras, pero tiene que estar bien atada por los dos extremos». Y en este de los almendros lo cumplió a rajatabla. No tenía claro de qué escribir ese día en el periódico fundado por Torcuato Luca de Tena -apenas un mes antes del día que nació él- y se fijó en ese momento que nos regala cada primavera. Cuando lo recibió Luis Calvo, entonces director de ABC, inmediatamente se puso en contacto con Ruano: «César, ¿qué coño les importa a los lectores de ABC que hayan florecido los puñeteros almendros?». En la respuesta también coinciden, con algún matiz poco importante, los que han contado la anécdota: «Director, si un año no florecen los almendros, los lectores de ABC creerán que ha llegado el fin del mundo. Se trata de tranquilizarlos». Evidentemente, el artículo fue publicado. 
Estos días estamos reviviendo la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Es un acontecimiento incomparable que se viene repitiendo cada año desde hace más de dos milenios. Los que reniegan de la fe católica y se suman con entusiasmo a otros acontecimientos, incluso religiosos, que no son mayoritarios en la tradición y cultura españolas, se agarran a ese argumento para obviarlo e incluso para despreciarlo: ocurre todos los años y, por tanto, ¿qué interés tiene para los lectores o los espectadores? Es sólo el principio con el que pretenden acabar con nuestra propia idiosincrasia; una fórmula más para ir despojándonos de una de nuestras identidades más destacadas. Lo de cambiar la nomenclatura de la propia Semana Santa por fiestas o vacaciones de primavera es, si me apuran, lo de menos. Quieren ir a la raíz para arrancarla. Y de lo agarrada que esté, dependerá su éxito. De ahí la importancia de reivindicar una noticia que jamás deja de ser rutinaria porque supone la mayor de las esperanzas para millones de personas.