Fernando Lussón

COLABORACIÓN

Fernando Lussón

Periodista


Biden entra en campaña

21/04/2023

Las coincidencias en política raramente existen, aunque a veces puede darse la casualidad. Resulta difícil imaginar que el ministro de Exteriores español, José Manuel Albares, haya sido capaz de insinuar y mucho menos imponer que la primera visita oficial del presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, a la Casa Blanca coincida con el comienzo de la campaña para las elecciones autonómicas y municipales y que por tanto el líder del PSOE tenga la oportunidad de ofrecer su primer mitin desde Washington, en lugar de en Sevillana, debe atribuirse simplemente a una cuestión de agenda del mandatario estadounidense.

El viaje de Sánchez a la Casa Blanca será uno más a añadir a "la colección", como diría la portavoz parlamentaria del PP, Cuca Gamarra, para definir la política exterior del presidente del Gobierno que prepara la presidencia española de la Unión Europea, pero supone un punto de normalización en la relación entre dos países que son socios y aliados en las instituciones internacionales con coincidencia en las políticas sobre los grandes problemas mundiales, comenzando con la posición común sobre la guerra de Ucrania. De aquellos encuentros fugaces entre ambos mandatarios que La Moncloa vendía como reuniones de alto nivel se ha pasado a los encuentros bilaterales de más enjundia inaugurados con la reunión entre Biden y Sánchez en el marco de la cumbre de la OTAN del pasado año celebrada en Madrid, y ahora con la visita oficial para profundizar la relación entre ambos países, y sobre el resto de las cuestiones que se enuncian como fundamentales en aspectos geoestratégicos y comerciales habituales.

Como todos los presidentes españoles han viajado a entrevistarse con los mandatarios estadounidenses correspondientes, lo lógico es que salvo para la izquierda anclada en el OTAN no y el yankees go home, la visita de Pedro Sánchez quedará fuera del debate político aunque la fecha elegida se presta a todo tipo de consideraciones y toda vez que la política exterior ha dejado de ser una política de Estado con el punto álgido del cambio de posición del Gobierno -sector socialista- respectó al Sahara, todavía inexplicada, aunque Sánchez ha hecho un balance positivo de las relaciones con Marruecos en sede parlamentaria a pesar de que por la parte alauita todavía no se cumple uno de los puntos esenciales de los últimos acuerdos bilaterales, la apertura de las aduanas de Ceuta y Melilla que suponen el reconocimiento de que ambas ciudades son de soberanía española.

El PP lleva razón cuando exige esas explicaciones, complicadas con el cese de la exministra de Exteriores Arancha González Laya, presuntamente instado por Marruecos, a lo que La Moncloa no da ninguna verosimilitud, y también cuando exige conocer cuáles serán las líneas básicas de la presidencia europea de la UE, y al quejarse de que Sánchez no haya llamado al líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, para consensuar una posición común. Tampoco hay duda de que dadas las relaciones políticas entre gobierno y oposición y la labor antigubernamental del PP en Bruselas, cualquier acuerdo es prácticamente imposible.