Arquitectura para el recuerdo

Almudena Blaya
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La muestra que puede visitarse en el Colegio de Arquitectos recoge proyectos de obra de panteones, elaborados por arquitectos municipales, en el camposanto albacetense

La muestra podrá visitarse hasta el próximo 24 de noviembre en el Colegio Oficial de Arquitectos. - Foto: Víctor Fernández

La exposición 'Panteones. Arquitectura para el recuerdo', inaugurada en el Colegio Oficial de Arquitectos y que permanecerá abierta hasta el 24 de noviembre, con fondos del Archivo Municipal, aborda proyectos y obras de indudable valor artístico elaboradas por destacados arquitectos de finales del XIXy principios del XX para el camposanto de la capital.

En la tradición cristiana los difuntos eran enterrados en las iglesias, en lugares marcados con lápidas, mientras que las familias más adineradas poseían capillas propias como lugar de enterramiento. En Albacete los principales empleados para ello fueron la iglesia de San Juan y los conventos de San Agustín y San Francisco. Este tipo de enterramientos provocaban problemas de salud en periodos de epidemias, donde el número de difuntos se elevaba. Estas circunstancias derivaron en la publicación de la Real Cédula de 3 de abril de 1787 de Carlos III, por la que se prohibieron los enterramientos en las iglesias y establecía la obligación de construir cementerios alejados de las poblaciones.

En 1802 el Ayuntamiento solicitó terreno al clero para la construcción de un cementerio en cumplimiento de esta Real Cédula y las circulares posteriores. Se eligieron los terrenos junto a la ermita de San Antón, ubicada a las afueras de la población, sirviendo como lugar de enterramiento desde 1805 hasta 1879. Este primer cementerio era propiedad de la Iglesia y se construyó con fondos de fábrica y de la Junta decimal, sirviendo la ermita como capilla. A mediados del siglo XIX se vio la necesidad de construir un nuevo cementerio por las malas condiciones que presentaba el de la ermita de San Antón, aunque ninguno de los lugares se consideró adecuado.

A finales de 1877 se eligió un terreno, denominado Haza de los Frailes, entre el camino que conducía a Miralcampo y que dejaba una zona de terreno entre el frente del cementerio y el camino, donde deberían realizarse plantaciones de árboles para la salubridad, iniciándose trámites para su expropiación. Se estimó que eran necesarios 12 almudes (seis fanegas) de terreno para construirlo, dejando un espacio separado por una pared para la inhumación de las personas que murieran fuera de la  comunidad católica. 

En junio de 1878 se subastaban las primeras obras para la construcción de este nuevo cementerio, consistentes en realizar la tapia de cerramiento, la verja y las habitaciones para sepulturero y ayudante. Ya en diciembre de ese mismo año se subastan las segundas obras, con el fin de realizar la puerta de ingreso, proyectada por el arquitecto Tomás Rico Valarino, la casa-habitación para el capellán y el pabellón para depósito de cadáveres y sala de autopsias. 

En mayo del año siguiente se realizaba la subasta para las terceras obras en el cementerio, con el objetivo de construir la capilla y fosas-nichos, obra del mismo arquitecto. En julio se colocó la primera piedra de la capilla, depositando una caja de plomo, dentro de la cual se introdujo un acta con un reglamento del cementerio, varias monedas de uso corriente y periódicos de la época para dejar constancia del inicio de las obras a las generaciones futuras.

En junio se recogieron varias quejas de vecinos para que se clausurara el viejo cementerio, estableciendo la Comisión encargada de inspeccionarlo la necesidad de acelerar las obras del nuevo cementerio así como su bendición, dadas las malas condiciones del antiguo.

El 28 de junio de 1879, el Obispo dio facultad para bendecir el nuevo cementerio destinado a enterramiento de católicos según el ritual romano. El 1 de julio se le comunicó la apertura del cementerio, bendecido el día anterior, y se produjo el primer enterramiento, una niña de 2 años llamada Juana Argandoña.

Un año después de la apertura, la Comisión de festividades y ornato presentaron el plano para construir el retablo para la capilla, con un coste de 60.800 reales. En el pliego de condiciones se indicaba que el armazón debía ser de madera de pino, la talla de pino regruesado de nogal macizo y el hierro se debía emplear para el gatillaje, pernos, muelles y cerraduras para el camarín interior. La construcción se encargó a Gregorio Guerrero La Plaza, único artista que presentó ofertas. La capilla se bendijo el 1 de noviembre de 1880 a las 10h, bajo la advocación del Santísimo Cristo de las Misericordias.

Desde el primer momento de la apertura del cementerio, se comenzó a realizar la venta de parcelas para la construcción de panteones familiares. Las familias no siempre construían el panteón, que debía seguir las indicaciones recogidas en el Reglamento, en el momento de adquisición del terreno, lo que llevaba a que muchas vendieran esa parcela pasados unos años y adquirieran otra en un lugar distinto.