La pluma y la espada - Francisco de Quevedo

Del ‘Buscón’ al ‘polvo enamorado’ (II)


El autor madrileño, con fama de severo y mordaz, logró ser una de las máximas figuras de la literatura española del siglo XVII por su talento, agudeza y versos de amor

Antonio Pérez Henares - 12/06/2023

Francisco de Quevedo fue ya en su tiempo un reconocido y temido escritor. También fue un hombre, sino poderoso, sí arrimado al poder, un cortesano cercano a los grandes validos y a los nombres de máxima alcurnia a quienes sirvió. No es un hombre del pueblo, sino de la nobleza y, eso sí, hace gala de un desparpajo que alcanza y traspasa la grosería y la procacidad. Pero hasta eso, y hay abundantes pruebas, lo hace para «escandalizar» en los salones y hacer brotar la carcajada en los mismos aledaños del trono. Al tiempo es alguien también que conoce, frecuenta y vive el mundo de las tabernas, las callejuelas oscuras y los antros más sórdidos. Pero, ¡ojo!, lo hace como un señor. Se le castiga y destierra pero no es por llevar tal vida, sino ser partícipe en enredos e intrigas de poder. Supo rebelarse por defender lo que consideraba necesario decir y no se le puede acusar de haber hurtado el cuerpo ante los que más daño le podían hacer. Son suyos los versos que ahora mismo resultan el más bravo y valiente alegato contra la censura y por la libertad:

No he de callar, por más que con el dedo, / ya tocando la boca, ya la frente, / silencio avises o amenaces miedo. / ¿No ha de haber un espíritu valiente? / ¿Siempre se ha de sentir lo que se dice? / ¿Nunca se ha de decir lo que se siente? 

Porque cuna, carácter y comportamientos aparte, Quevedo es ante todo y sobre todo conocido por su ingenio, su agudeza, su talento, su sentir, su saber hacer y por su verbo deslumbrante es una de las máximas cumbres de la literatura española. Es un prodigio en prosa y en verso, lo confirma en los sonetos más elevados y trascendentes, en los versos más ácidos, en las obras más desgarradas, en las más canallas y pícaras. Lo es, incluso, o hasta más cuando convierte el insulto, una soflama, y un libelo en una obra de arte. Hasta cuando debe hacer acatamiento y halago a quienes se debe y ha de complacer no puede evitar escribir bien.

 

Prolífico y variado

Quevedo escribió mucho y diverso. Casi la totalidad ha llegado hasta hoy, pero algo se ha perdido. A pesar de dos intentos, no vio publicadas al completo sus obras, pero en sus últimos años de vida, ordenó y recopiló la mayoría.

Del ‘Buscón’ al ‘polvo enamorado’ (II)Del ‘Buscón’ al ‘polvo enamorado’ (II) Tuvo una indudable predilección por la sátira y la crítica y ello se ve por doquier en sus escritos. Más de un 40 por ciento de su obras lo son. Nada extraño por ello, que su fama de severo y mordaz, que tuvo en su tiempo, la siga teniendo hoy. Valga tan solo como ejemplo su famoso y convertido en himno de cantautores Poderoso caballero es don Dinero. 

Madre, yo al oro me humillo,

Él es mi amante y mi amado,

Del ‘Buscón’ al ‘polvo enamorado’ (II)Del ‘Buscón’ al ‘polvo enamorado’ (II) - Foto: Antonio TanarroPues de puro enamorado

Anda continuo amarillo.

Que pues doblón o sencillo

Hace todo cuanto quiero,

Poderoso caballero

Es don Dinero.

Nace en las Indias honrado,

Donde el mundo le acompaña;

Viene a morir en España,

Y es en Génova enterrado.

Y pues quien le trae al lado

Es hermoso, aunque sea fiero,

Poderoso caballero

Es don Dinero.

O la menos famosa: Es amarga la verdad. 

Pues amarga la verdad, / quiero echarla de la boca; / y, si al alma su hiel toca, / esconderla es necedad. / Sépase, pues: libertad / ha engendrado en mi pereza / la pobreza....

Para concluir, ahora en prosa, con este breviario desengañado: 

Para ser rico, habéis de ser ladrón. Para ser valiente, habéis de ser traidor, borracho y blasfemo. Para ser casado, habéis de ser cornudo. Si sois pobre, nadie os conocerá; si sois rico, no conoceréis a nadie. Si uno vive poco, dicen que se malogra; si vive mucho, dicen que no siente. Si se confiesa cada día, dicen que es hipócrita; si no se confiesa, es hereje; si es alegre, dicen que es bufón; si triste, que es enfadoso. Si es cortés, le llaman zalamero; si descortés, desvergonzado.

 Una de sus obras más reconocidas y que sigue gozando del aprecio tantos siglos después es su novela picaresca: El Buscón, cuyo título rezaba así: Historia de la vida del Buscón, llamado don Pablos; ejemplo de vagamundos y espejo de tacaños. Es un escrito cruel, en el que se complace en ridiculizar los esfuerzos de un pobre diablo de la clase baja por trepar socialmente, y tiene la tacha de un clasismo aristocrático que empapa todo el texto. Refleja una sociedad y lo hace además, con un texto que resulta precursor del expresionismo posterior siglos después de un Goya o un Gutiérrez-Solana en pintura, o de los esperpentos de Valle Inclán. 

Dejo para el final lo que, para muchos, a los que me sumo con humildad, es la cumbre de su obra. Incluiría dos sonetos más, el uno de Garcilaso de La Vega y el otro, de Lope de Vega, que ya han sido traídos a esta serie, de la poesía amorosa de toda la lengua española.

ARCHIVADO EN: Arte, Literatura, Censura