Amistades castellanas, amores manchegos

F.J.R.
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Los pasos de García-Lorca se pueden rastrear por la actual Castilla-La Mancha. De la Orden de Toledo, a su amistad con Gregorio Prieto, su relación con el joven albaceteño Juan Ramírez, sus paseos por Sigüenza o su visita a Cuenca por Semana Santa

Un joven Federico García Lorca realizado por su amigo Gregorio Prieto. - Foto: COLECCIÓN GREGORIO PRIETO DE VALDEPEÑAS

Granada le vio nacer, pero España y el mundo entero hacen gala de su patrimonio poético. Federico García Lorca vino al mundo un 5 de junio de 1898 y, cuando se cumplen esta semana exactamente 125 años, su figura no deja de ser recordada. Castilla-La Mancha no existía como tal cuando el genial artista recorrió sus pueblos y ciudades en la década de los años treinta del pasado siglo. Su mítica compañía de teatro, 'La Barraca', le permitió conocer muchos rincones de la geografía española y demostrar su talento; levantando a su vez suspicacias de aquellos que siempre le vieron como un elemento subversivo y molesto. Hasta el punto de incitar a su asesinato.

En todo ese periplo de lo que años más tarde sería la naciente comunidad autónoma de Castilla-La Mancha, destaca en la vida de Lorca el detalle de que si bien es cierto que Toledo fue la ciudad que en más ocasiones visitó, y que sus grandes amistades en esta tierra siempre tiraron más de la rama castellana, el amor lo encontró en la zona manchega.

Valdepeñas, con su íntimo amigo Gregorio Prieto, y Albacete, con  el periodista Juan Ramírez de Lucas, coparon en algún momento de su vida el corazón del poeta granadino. Mientras que las surrealistas peripecias de la Orden de Toledo y su amistad con el doctor Gregorio Marañón le vincularon para siempre con la antaño capital castellana. 

Lorca en la toledana Venta de Aires con miembros de la familia Belaunde.Lorca en la toledana Venta de Aires con miembros de la familia Belaunde. - Foto: VENTA AIRESGuadalajara y Cuenca también disfrutaron de Lorca, aunque su paso por ellas fue más fugaz y ocasional, quedando registrados dos momentos muy concretos y puntuales.

Toledo

«En la tarde, reunidos en el hall abrigado, Federico nos lee trozos de su obra que se estrenará en breve: 'Bodas de sangre'. Es un recitado escalofriante que inflama y derriba a un tiempo; lo enaltece aún más el escenario en que nos hallamos. La emoción que a todos nos embarga se transforma en algo así como una apoteosis íntima en los momentos en que declama Federico -que se vuelve 'multitud'- el impetuoso impromptu de la muchacha alborozada que reclama a la novia -¡Que salga la novia!; algaraza delirante que va creciendo con sonoridades de campanas en día de Gloria. Marañón no resiste más y enjuga las lágrimas que asoman a sus ojos». El escritor y diplomático chileno Carlos Morla Lynch no pudo reflejar mejor uno de los grandes aspectos de la relación de García Lorca con Toledo. En su libro 'En España con Federico García Lorca' dejó para siempre registrado ese párrafo en el que Gregorio Marañón se emocionaba con la lectura previa de 'Bodas de Sangre'

 El insigne doctor había convertido su cigarral toledano en un foco de la cultura del momento, siendo paso obligado de los grandes talentos; García Lorca entre ellos. El granadino ya triunfaba en medio mundo, y en enero de 1933 acudió una vez más a Toledo, inmortalizándose para siempre junto con sus amigos.

Lorca junto con a su amigo el diplomático chileno Carlos Morla (con sombrero blanco) de paseo por las calles de SigüenzaLorca junto con a su amigo el diplomático chileno Carlos Morla (con sombrero blanco) de paseo por las calles de Sigüenza - Foto: C. MORLAPero muchas veces antes, desde 1921, había recorrido ya las calles de la ciudad junto a sus amigos Buñuel, Dalí o Alberti, todos procedentes de la madrileña Residencia de Estudiantes y que compartían pertenencia a la bautizada como Orden de Toledo. El propósito de la vanguardista institución era vagar por las calles en la búsqueda de aventuras individuales, emborracharse, divertirse y fomentar la creación artística. Pura provocación en ese momento y un nexo por siempre eterno de Lorca con la ciudad imperial.

Ciudad Real

El mayor vínculo de Federico con Ciudad Real fue su amigo Gregorio Prieto. Aunque el poeta recorrió los campos de La Mancha con su compañía de teatro de 'La Barraca', la figura del pintor de Valdepeñas era su ancla con esta tierra.

Prieto, miembro de la Generación del 27, retrató a todos sus homólogos y, especialmente, a un García Lorca con el que le unía algo más que una gran amistad. Gregorio Prieto era confidente además de Vicente Aleixandre y Luis Cernuda, junto con Lorca los tres grandes de la poesía de ese momento.

Lorca en el toledano cigarral de Gregorio MarañonLorca en el toledano cigarral de Gregorio Marañon - Foto: Marcelle AuclairEl pintor de Valdepeñas conoció al poeta el 7 de abril de 1924, cuando Lorca acudió al Museo de Arte Moderno de Madrid donde Prieto exponía sus obras. La amistad fluyó rápidamente entre los dos y Lorca compartió con él una afición por muchos desconocida: la pintura.

El poeta regalaba dibujos al ciudadrealeño «porque sé que los guardas y que cuando yo muera los harás famosos. A ti te gustan, y además sabes eternizar las cosas», confesó en una de sus cartas, que hoy en día se guardan en el Museo Gregorio Prieto.

Por su parte, el pintor de Valdepeñas retrató en varias ocasiones a su amigo, idealizándolo cual escultura griega de torso desnudo en una de ellas y retratándolo de frente con maestría en otra.

La profunda amistad entre ambos artistas es innegable, y hay muchas pruebas de ello en su correspondencia que hasta hoy perdura. En esas mismas cartas, qué duda cabe, también se puede ver un cariño que por momentos traspasa lo afectivo y se vuelve tremendamente sentimental.

Albacete

En el año 2012, el escritor Manuel Francisco Reina,  en su libro 'Los amores oscuros', desveló la relación sentimental entre Lorca y Juan Ramírez de Lucas.

Ambos se conocieron en 1934, cuando el joven albaceteño apenas tenía 17 años y el granadino aterrizó en la bautizada por Azorín 'Nueva York de La Mancha' para representar,  en el Club Anfistora, su obra 'Peribáñez y el comendador de Ocaña'.

El flechazo fue inmediato entre ese joven, que quería ser dramaturgo y terminó como periodista, y el genial artista granadino; y su relación pudo durar algo más de año y medio, siendo la juventud del albaceteño el principal escollo a salvar.

Tuvo que ser muy apasionada, ya que todo apunta a que los 'Sonetos del Amor Oscuro' iban dirigidos a él, y no al anterior novio del poeta, Rafael Rodríguez Rapún. 

Albacete, además de por amor, jugó un papel importante en la muerte del poeta. Mejor dicho, en comunicar su fin. Y es que, el Diario de Albacete fue el primero de toda España en informar sobre la posibilidad de que Federico García Lorca podría estar muerto.

Doce días después de su asesinato la noticia se publicó, merced a los rumores que le llegaban al propio Juan Ramírez de Lucas. El cerco de Granada impidió que la noticia se confirmara, generando en la prensa todo tipo de especulaciones que en Albacete ya eran certezas.

Cuenca

La Semana Santa en Cuenca se vive de una forma especial. Todos allí lo saben y son muchos los visitantes que año a año no perdonan disfrutar de la pasión, muerte y resurrección por sus calles. Eso mismo le pasó a Lorca. Corría marzo de 1932 cuando el poeta, acompañado una vez más del escritor y diplomático chileno Carlos Morla Lynch, y del periodista Rafael Martínez Nadal, se alojó en el antiguo hotel Iberia.

Miércoles, Jueves y Viernes Santo pasó Federico en Cuenca, empapándose de la tradición y disfrutando del fervor y el respeto de los conquenses. De esa observación nació su 'Soneto a Cuenca' y, además, un dibujo de la Virgen de las Angustias como prueba de ese gusto oculto por la pintura del granadino.

Guadalajara

Para cerrar el periplo castellano-manchego, Lorca también visitó varios puntos de la provincia de Guadalajara, quedando registro fotográfico de uno de ellos, concretamente en la ciudad de Sigüenza.

El poeta llegó, una vez más, de la mano del consejero de la embajada de Chile, Carlos Morla Lynch. Fue el 22 de julio de 1921 y allí se reunieron muchos intelectuales de la cercana Madrid.

Tras causar revuelo con su llegada en un flamante automóvil, los comensales dieron un paseo por las calles de la localidad, fotografiándose en una estampa para el recuerdo que de muestra que Lorca compaginó grandes amistades en tierras castellanas como intensos amores manchegos.