Miguel Romero

CATHEDRA LIBRE

Miguel Romero


La memoria de la historia

20/05/2024

Nos ocurre demasiadas veces. Y es que solemos confundir los términos cuando pretendemos analizar conceptos, o cambiamos por error, las definiciones en función de los intereses.
Aquí hemos titulado "La Memoria de la Historia" y con esta breve frase pretendemos compendiar todo lo que la Historia, como ciencia, tiene memorizado en hechos, consecuencias, protagonistas y sucesos. Sin duda, para entender adecuadamente cada hecho histórico, cada acontecimiento de corte mundial o cada suceso trascendente, debemos nos solo adecuar nuestro pensamiento a las diferentes etapas en las que se ha estructurado el pasado de la Humanidad, sino dar explicación y tener conocimiento mínimo de cuáles son las causas que han llevado a ello y qué consecuencias arrastrarán, para así entender adecuadamente los motivos de esos hechos o acontecimientos.
Sin embargo, cuando hablamos de "la memoria histórica", el concepto cambia en su definición y trasfondo; no solo le hemos quitado artículos a la frase y le hemos modificado el segundo sustantivo, adjetivándolo, sino que lo hemos puesto con minúsculas, razón por la que pretendemos expresar cuál el sentido de esta expresión. Aquí, nos referimos a la memoria histórica de un momento dado, de un solo momento, con sus circunstancias y sus paradojas, con sus valores y sus contraposiciones, con sus "dimes y diretes" o con sus objetivos a conseguir. Por eso, este último término que tan de moda parece estar, hace clara referencia a España, en un triste y dramático momento de su historia, con unas particularidades determinadas y a una situación que abre ideas contrapuestas. Aquí, memoria histórica nos hace referencia a cuatro generaciones de españoles que han vivido un pasado; a unos acontecimientos demasiado próximos aun, a un producto bien o malvendido, a unas actitudes que rompen demasiadas veces las ideologías de base, a un mal entendimiento de propósitos y a intentar –en algún caso- convencer a generaciones de seguir uno u otro camino, sin que lo hayan vivido, ni sentido, ni oído, teniendo que asumir propuestas que no le son nada propias, ni siquiera coherentes con sus planteamientos de formación o de base.
Pero razón la hay, sin duda. Para los que la defienden por entender que ha sido un tiempo y una acción injusta, dolorosa e intencionada; para los que la critican porque ven demasiados fantasmas en cada acción o proceso; y para los que, ni "fu ni fa", porque parecen no entenderlo al ser pacifistas, reguladores, eternos indiferentes, errantes, bohemios o soñadores que no quieren ver enfrentamientos sociales cuando la vida tiene otro sentido o ese color que hace del rojo sangre un violeta moderno.