José Juan Morcillo

José Juan Morcillo


Altamira

22/06/2022

A J. M. Ruano, profesor y amigo

Aún existen tumbas insignes afrentadas por el olvido y la ruina. Lorca descubrió por casualidad la de Quevedo, sucia de hojarasca y polvo, en una ermita a las afueras de Villanueva de los Infantes, y quedó tan impactado por el hallazgo que, incapaz de representar, ordenó llevar La Barraca a otra población.
Sorolla retrató a Rafael Altamira en 1886 cuando, con veinte años, se doctoró en Derecho en Madrid, aunque la carrera la cursó en Valencia, donde a su vez mantenía una estrecha amistad con Azorín y Blasco Ibáñez. Giner de los Ríos lo consideró, junto con Antonio Machado, uno de sus más aventajados discípulos en la implantación de una educación de calidad para la regeneración sólida del país. Ganó la cátedra de Historia del Derecho de la Universidad de Oviedo, en cuyo claustro coincidió con Clarín, y allí conoció a su mujer. Pero el mérito de Rafael Altamira se halla, sobre todo, en ser, junto con Unamuno, uno de los impulsores de la resurrección espiritual de España tras el Desastre del 98, y su nombramiento como uno de los primeros jueces del recién formado Tribunal Internacional de La Haya, razón por la que fue nominado en varias ocasiones al Nobel de la Paz. Tras unos años en Francia, marchó a América en su huida de la invasión nazi.
Altamira falleció en Méjico D. F. el 1 de junio de 1951 y fue enterrado en el Pabellón Español del cementerio de la capital mejicana. Setenta años más tarde, sus restos sufren el olvido y el abandono bajo una lápida partida, bajo una tumba indignamente deteriorada. El Ayuntamiento de El Campello, su pueblo natal, y su bisnieto, Ignacio Ramos Altamira, tramitaron hace dos meses la repatriación de sus restos para que descansen junto a la tumba de sus padres, y cumplir así su deseo escrito en 1935, previendo el final de sus días, de retirarse «al rincón de mis amores más gratos: a Campello». El trámite llevará su tiempo, pero contará con la ayuda de ambas embajadas, de la Generalitat Valenciana y de los ministerios de Cultura y Asuntos Exteriores. Nuestro insigne humanista y profesor regresa a España, a su tierra, a la que tanto amó y cuidó desde la cultura, el diálogo y el respeto. Estamos de enhorabuena.