Editorial

En la cabeza está el secreto de casi todo

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Las letras españolas están de luto. Una de las figuras más controvertidas del periodismo y la literatura desde la Transición escribió ayer sus últimas palabras. El azar quiso que quedaran registradas para siempre en la red social más polémica. En la que más ataques desaforados se producen. En donde el anonimato ensalza las tensiones y la acometida al que piensa contrario alcanza muchas veces categoría de delito. Quizás por eso Fernando Sánchez Dragó se movía en Twitter como pez en el agua.

Anacrónico a su tiempo, allí escribía con regularidad horaria; y ayer no fue una excepción. «El gato Nano me da los buenos días. Él sabe que en la cabeza está el secreto de casi todo», publicó junto a una fotografía en la que se veía al citado minino encima de su testa, todo minutos antes de fallecer a consecuencia de un infarto, dejando para la posteridad la clave de ese pensamiento suyo que siempre le llevaba a estar en permanente oposición.

Todo estaba en su cabeza. Su erudición y su idolatría. Sus bandazos ideológicos y sus respuestas incendiarias. La clave de una genialidad que le llevó a ser odiado por muchos y reverenciado por otros tantos.

Siempre en el centro de la polémica, porque Sánchez Dragó no esquivaba nunca una pelea. Real o literaria. Representaba a la perfección esa ruptura generacional entre los españoles que ganaron la Guerra Civil y sus hijos que entraron en el Partido Comunista. Por eso acabó en la cárcel de Carabanchel. Un año y siete meses de prisión por enfrentarse con centurias juveniles de Falange.

El exilio en Japón, Italia y África no lo cambió lo más mínimo, pero acentuó su hedonismo y le llevó a mostrar su lado más promiscuo. Consumo de drogas, orgías y relaciones con menores eran confesadas sin recato en sus libros y entrevistas, acrecentando la fama de maldito de un autor que no dejó de alimentar su poliédrica personalidad ni un solo minuto.

Lo desconcertante de sus confesiones sexuales estaba a la altura de sus bandazos políticos. Pasar del Partido Comunista a Vox es algo más que calificar su trayectoria ideológica como sinuosa, pero así era Sánchez Dragó. 

Suya fue la idea de presentar a Ramón Tamames a la reciente moción de censura del partido de Santiago Abascal. Pura provocación y fuego de artificio. Otra arista de un personaje que, pese a estar vinculado a Vox desde sus inicios, entraba en conflicto evidente con pilares de ese partido, como puede ser la defensa de la familia frente a la vida disipada del autor.

Sánchez Dragó deja un hueco en el género de la eterna polémica. Un particular legado que manejaba como nadie gracias a que, precisamente, todo estaba en su cabeza.