«Pensamos que lo sabemos todo»

Cristóbal Guzmán
-

Especialista en medicina familiar y comunitaria

Juan M. Armero.

Especialista en medicina familiar y comunitaria, Juan M. Armero (Albacete, 1977), combina su actividad como médico de refuerzo del Sescam en las zonas de Bogarra y Balazote con sus investigaciones en el ámbito de la medicina ancestral. Formkado en la Universidad Miguel Hernández de Elche y en el Hospital General Universitario de Albacete como residente, abordó una diplomatura en la medicina tradicional (ayurveda) por la Universidad argentina de Rosario, con una interesante experiencia en a comunidad indígena de los indios pataxós de Mata Medonha, en el estado de Bahía (Brasil).

¿Cómo surge esta iniciativa de medicina tradicional?
Siempre tuve interés no solo con los estudios reglados, sino también con lo que puedes ir adquiriendo como herramientas para tu día a día en otras culturas. La única medicina es la que cura y puede haber tantas como personas. Se trata de avanzar en el conocimiento e ir más allá. En esta línea me enteré de que había una diplomatura internacional de ayurveda, la medicina tradicional de la India, que significa 'conocimiento de la vida'. 

¿Por qué esa primera experiencia en Brasil?
Allí están más asentados estos estudios, se puede hacer la formación directamente presencial. El ayurveda es más conocido y lleva más años. Allí uno se puede seguir formando, se ven enfermos, se hacen clases prácticas, se observan los cuidados diarios para mantener la salud, se sigue aprendiendo a preparar la alimentación, las combinaciones de los alimentos, el uso de las especias, y se empiezan a hacer preparados de tratamiento. 

¿En qué ámbitos incide esta medicina ancestral? ¿Se trabaja de manera más integral con el paciente?
El ayurveda nos indica que en cada país ya existen las medicinas autóctonas que debemos saber estudiar para usarlas en cada región porque la naturaleza y la estación te da lo que necesitas en ese momento para equilibrar el cuerpo. Se trata de conocer profundamente a las personas en todas las esferas de su vida: cómo vive, dónde, con quién, a qué se dedica, qué y cómo come, su actividad a lo largo del día, en qué piensa, qué le inquieta, cómo duerme... Es importante dedicar el tiempo suficiente para la entrevista con el paciente. De esta forma se busca el desequilibrio que tiene, y a partir de ahí se suministran los alimentos, los vegetales y las medicinas cuyas propiedades le van aportar lo contrario al desequilibrio que padece esa persona. Por eso es importante conocer y clasificar las propiedades y recursos que se tienen en cada región. En la India lo conocen y aplican porque esta medicina tiene miles de años.

Por lo que relata, ¿cree que deben revisarse los fundamentos de la ciencia médica tal como la concebimos actualmente?
Pensamos que lo sabemos todo y estamos de vuelta de muchas cosas, pero en el trayecto de la evolución de la humanidad hemos perdido conocimientos y recursos que debemos recuperar. El estudio de las medicinas tradicionales debe servir para realizar un revisionismo serio y riguroso para buscar determinadas herramientas sobre las que hay una evidencia clara de que funcionan y que se nos han caído por el camino.

¿En qué situación se encuentran esas comunidades?
Actualmente hay una gran persecución de los pueblos indígenas, se están matando líderes en toda América. Es una cosa tremenda, parece que hemos evolucionado pero los problemas son los mismos históricamente. Aquello de que el colonialismo iba arrasando a los pueblos, sin respetar los territorios ni los culturas, se sigue dando.

Una de los consecuencias negativas será la pérdida de estos saberes populares ancestrales.
En esta comunidad de los pataxós solamente una mujer recuerda el uso medicinal de las plantas de su territorio. Conforme lo recorrías con ella te iba explicando lo que servía para la gastritis, el asma o la menstruación, y ese conocimiento es precisamente el que abordamos para darle una base científica.

¿Resulta viable exportar esos remedios, por ejemplo, a los países europeos con otro clima y modo de vida?
Cada territorio tiene unos recursos. En la Península Ibérica tenemos nuestras propias plantas medicinales que debemos conocer y usar. Quizá en la medicina actual hay una carencia de ese conocimiento porque no forman parte de nuestros planes de formación. Podemos pensar en que todo esto es una fase superada, pero creo que no es así, como tampoco dejamos de utilizar la guitarra acústica porque exista la eléctrica. La pregunta es si el conocimiento de los tratamientos naturales está agotado o si ha dejado de formar parte de la formación médica.

Quizá se ha instaurado en la sociedad una suerte de desprecio por estos saberes.
Hay un desconocimiento cuando se trata de tener más recursos y opciones. La medicina ancestral no debe sustituir a la alopática, pueden convivir perfectamente. Lo importante es que los enfermos puedan elegir el tratamiento con una u otra.

¿Qué le ha enriquecido más de esta experiencia a nivel humano?
Las medicinas indígenas tienen en cuenta las esferas no tangibles del hombre y eso choca mucho porque en Occidente la ciencia ha dado la espalda a la espiritualidad. El tratamiento del ayurveda al enfermo psiquiátrico, por ejemplo, no tiene nada que ver con el occidental porque es mimado al extremo, recibiendo continuamente atenciones más cerca de la naturaleza sin ser excluidos. Es un enfoque más integrador.

Eso no se puede hacer aquí con cinco minutos para un paciente.
El ayurveda pretende conocer el paciente hasta saborearlo. Los médicos observan su manera de caminar, su actitud, si viene solo, cómo se sienta, cómo mira, cómo habla... La parte mental es muy importante en orden a controlar tus pensamientos y deseos porque de ahí surgen muchas enfermedades. 

Usted trabaja en la medicina rural. ¿Se puede hablar de una especialidad vocacional?
Yo sí me siento médico vocacional. En este trabajo hay de todo y tiene sinsabores, si no hay un poso que te sustenta es fácil decepcionarte y abandonar, de hecho se ve que cada vez faltan más médicos. En la medicina rural, sobre todo en las zonas de la sierra, quizá se puede dedicar más tiempo a las personas, y eso libera mucho.

Usted trabajó en el Albacete Balompié. La perspectiva sería muy diferente.
Siempre he sido del Alba y fui afortunado trabajando durante siete temporadas en el club que he querido. Es un mundo totalmente distinto al de la sociedad en general, más específico, y fue gratificante.

Y entretanto llegó el Covid-19, que esa fue otra.
La sociedad en su conjunto se vio sorprendida. El personal sanitario sufrió una mayor carga porque tuvimos que seguir al pie del cañón, pero supuso un punto de inflexión para plantearnos muchas cosas. Nos hemos dado cuenta de que puede caer el telón y acabarse la historia mientras no nos planteamos si somos felices.

¿Cree realmente que se han sacado conclusiones de esa crisis?
Lo que sí resulta incuestionable que mucha gente vio la enfermedad de frente sin esperarlo, hubo de afrontar pérdidas de vidas de su familia y amigos sin el duelo habitual. El personal sanitario hubo de lidiar con una gran carga asistencial y mucha incertidumbre al no saber a qué te enfrentabas mientras las familias  estaban encerradas haciendo cosas que nunca habían hecho. La crisis fue un aprendizaje para todos.

¿Los integrantes del sector sanitario se siguen sintiendo solos en relación con la respuesta política e incluso de la población que aplaudía en los balcones? ¿Somos conscientes de lo que se está perdiendo?
Es una prueba a la sociedad en su conjunto. ¿Podemos permitirnos que la persona no tenga ningún conocimiento de los propios autocuidados, qué es bueno y qué no para su salud? La responsabilidad individual, en suma. Por lo que me comentan, sí veo que somos más reflexivos. Se han caído muchas caretas y se ha visto en cada persona lo que en realidad era. También se comprobó la importancia de los servicios básicos de limpieza, alimentación o los transportes, que se sacrificaron y a lo que no damos valor, como el sector sanitario y el de la información, porque la información debe ser clara y veraz mientras se daban recomendaciones generales que no servían para contrarrestar la crisis.