Fernando Fuentes

Fernando Fuentes


Envejecer mal

28/03/2023

En política se puede envejecer mal, como Ramón Tamames o, muy bien, como Ramón Bello Bañón, Salvador Jiménez, Abelardo Sánchez, Ariza, Aurora Zárate o Manuel Pérez Castell, entre otros. El patético espectáculo en dos sesiones protagonizado, por este casi nonagenario, en el Congreso de los Diputados sólo tuvo un culpable: el propio exdirigente comunista, del CDS y, ahora, amigo de Vox. Y, por supuesto, su valedor, el líder de la ultraderecha española. Abascal pensó que sería un formidable golpe de efecto contar con el profesor Tamames para liderar una moción de censura que nació muerta. Lo de llevar por bandera a un tipo que ha ido evolucionando del rojo al azulón más radical, desde sus propias posturas políticas y económicas, se suponía una jugada maestra a ojos de todos. Pero no lo fue. Primero, porque el viejo tránsfuga no brilló apenas en sus parlamentos, se mostró hosco en muchos momentos y, además, dijo algunas boutades que sólo pasarán a su propia y peor historia. Además, lució caspa en su pechera izquierda y en sendas jornadas no se cambió de chaqueta, ¿por primera vez en su vida? Viéndolo soltar quina sin sentido y aguantando el chaparrón que le iba cayendo por parte de unos y otros, y no sin cierta pena, pienso en lo importante que es tener personas cerca, que nos quieran, cuando, por eso tan inexorable de la edad, vamos perdiendo facultades físicas y mentales. Estar bien aconsejado siempre es interesante y allí el entorno más cercano de Tamames falló estrepitosamente. Seguro que hubo alguien que le recomendó que no aceptara la oferta de la ultraderecha, a lo que hizo caso omiso. El que, en su momento, fue un referente para muchos españoles, tiró buena parte de su prestigio a la basura en un fatal teatrillo en el que al protagonista se lo comieron los secundarios. Y todos perdieron, menos un Sánchez que se gustó ante el fracaso de la escasa censura de la moción, pero que, felizmente, supo mantener un respeto natural por alguien al que la ancianidad, a todas las pocas luces que le van quedando encendidas, le están sentado muy mal. Qué bonito es envejecer con dignidad. Como saber irse a tiempo. Eso es lo que diferencia a los verdaderamente sabios.