Editorial

Trump agita el odio para ocultar un asqueroso capítulo que le retrata

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Un personaje con las hechuras morales de Donald Trump merece un final acorde a su condición. El expresidente norteamericano, aspirante a ser de nuevo el candidato republicano en las presidenciales de 2024, ha sido formalmente acusado de 34 cargos que tienen una raíz común: el soborno a una actriz porno para que no relatara sus episodios de cama. Resultaría hilarante si no fuera tan grave y tan bajo. Al margen del juicio ético, que le encaja como un traje de sastrería británica al hiperbólico magnate, la falsificación de documentos para ocultar el pago a la señora en cuestión es un asunto que puede acabar saliéndole caro.

A Trump no hay que presentarle a estas alturas de la trama política mundial, pero sí procede recordar que hay más que fundadas sospechas de su connivencia con el régimen de Vladímir Putin y que China estaba encantada con él en el poder. Esto es, Trump es un comodín para los sátrapas y las dictaduras. Vistas las compañías, dibujado el personaje. Pero hay muchas otras derivadas de su aterrizaje en la política internacional.

El ahora acusado es un populista de manual. Invoca las vísceras de la nación para arrogarse un voto basado en el odio, la exclusión, el insulto y las trincheras. Muchas de las expresiones a las que recurre periódicamente (ayer, sin ir más lejos, en la perorata de rigor a sus seguidores tras comparecer en Nueva York, donde se lleva la causa por el soborno a la afamada meretriz) suenan muy próximas aquí, en España. Y en Europa. El discurso ultranacionalista está dando resultados electorales en los dos lados del Atlántico y países hasta la fecha poco dados a experimentos están entrando a jugar fuerte con movimientos políticos extremos. Finlandia, espoleada por la amenaza de Rusia, ha sido el último ejemplo.

El expediente del histriónico precandidato incluye acusaciones gravísimas contra personas que representan y ejercen la división de poderes, el aliento del uso de armas en un país que amanece día sí, día también con una matanza en un centro escolar o la toma del Capitolio, que no por bufonesca deja de ser gravísima, además de mostrar unas increíbles grietas de seguridad en un país que asume el rol de primera potencia mundial en el ámbito militar. Por eso no sobran ocasiones de retratar a Trump como lo que es: un peligro para su propia nación y para el resto del mundo. Lo dramático es que haya tenido que ser un asunto tan asqueroso el que ha servido para ponerle contra las cuerdas. Es, no obstante, todo un superviviente. Superó dos juicios políticos y está por ver si sale ileso de una acusación penal. Si es condenado, EEUU se enfrentará a un clima social extremo. Esa es su mísera aportación.