Perera y Leal saborean un plato con mucho arroz y poco pollo

Pedro J. García
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El extremeño desorejó al cuarto toro y el francés cortó un apéndice de cada uno de sus enemigos de una floja corrida de La Palmosilla

Tafallera de Miguel Ángel perera al cuarto de la tarde. - Foto: Alcolea

Un compañero de la redacción, cuando se le acumula excesivo trabajo suele emplear la expresión «es mucho arroz para tan poco pollo» y en la corrida de ayer, ya el quinto festejo del abono, se puede emplear para el plato de la puerta grande que saborearon Miguel Ángel Perera y Juan Leal, con mucho premio para lo visto en el ruedo, tanto por lo realizado por los diestros como por la condición de los astados de La Palmosilla, un encierro descastado, sin clase y manejable en general.

Cierto es que se puede discutir la cantidad de arroz y pollo de los platos de Perera y Leal. El del extremeño tuvo algo más de aderezo, con una faena que fue a más y tuvo brillantes pasajes, pero que ante el enemigo que tuvo una oreja hubiese sido un premio más justo. Más se repitió el plato de Leal, con dos faenas de similar corte que acabaron en arrimones finales que le valieron para sumar una oreja de cada enemigo. Peor suerte corrió Ginés Marín, que dejó algún detalle ante su primer enemigo, pero que se fue de vacío del coso albacetense.

Un mal arranque. No tuvo suerte Miguel Ángel Perera en su vuelta a Albacete con el primero de su lote, un toro descastado, blando y sin clase que no dio facilidades en ningún tercio. De salida, suelto y sin entrega en el capote de Perera, que toreó a la verónica sin mayor trascendencia. En el caballo no se empleó y se dolió en banderillas. Comenzó la faena de muleta Perera con la diestra, pero el toro se quedaba corto y protestaba sin poder lograr nada de lucimiento. Mejor condición tuvo por el pitón izquierdo, ya sin el calamocheo molesto del principio, pero tampoco logró lucimiento el diestro en una faena sin apreturas y de demasiados muletazos para lo que se podía sacar del toro, ya que el toreo no cotiza por tiempo, sino por posibilidades y calidad. Dejó una estocada caída y atravesada que fue suficiente para despachar al primero de la tarde.

Los inicios del cuarto de la tarde no fueron buenos para que cambiase la suerte de Perera, con un toro que no tuvo entrega de salida y se durmió en el caballo. Él la buscó y empezó a conseguirlo en el lucido quite por altaneras en el que conjugó chicuelinas y tafalleras, rematado con la revolera. Con la muleta, comenzó en los medios, con dos pases cambiados a los que siguieron varias series con la derecha, templadas, limpias y cortas. Subió de tono su labor con el toreo al natural, con varias series de mano baja y temple ante un astado que, dentro de su blandura, tuvo algo de fondo para repetir en el engaño del extremeño, que dibujó un bonito final de faena con varios cambios de muleta por la espalda. Sólo le falta rematar y lo hizo con una estocada desprendida, pero de efecto fulminante. 

Mejor suerte corrió Juan Leal con el primero de su lote, un toro de mejor condición que el primero, aunque tampoco se empleó en los primeros tercios, ni en el capote de Leal, ni en el caballo ni en banderillas. Mejoró el panorama del astado en la muleta del diestro francés, con buen tranco y noble, pero en esos primeros pasajes el torero ligó las series por ambos pitones, aunque sin hondura ninguna, también aliviado y, obviamente, con el inicio clavado de rodillas, para recetarle dos pases cambiados marca de la casa. Poco a poco fue el torero acortando las distancias, hasta llegar al terreno en el que más a gusto se encuentra, en la cara del toro, valentón, con su recital de pases cambiados o circulares, que llegan a un sector del público, pero que a otro le deja frío. No estuvo certero con la espada y dejó un bajonazo de efecto fulminante. Pese a ello, cortó una oreja.

Distinta condición. Distinta condición tuvo el segundo toro de Juan Leal, descastado, blando y sin clase, pero similar planteamiento hizo el diestro. Inicio en los medios, estaba vez en pie, y el toro comenzó a doblar a las primeras de cambio, por lo que se sucedieron las series rematando los muletazos por arriba, para que el toro no doblase, tanto por el pitón izquierdo como al natural. Poco lucimiento, pero llegaba el momento del francés, el pasaje final, el del arrimón, donde se siente a gusto y seguro. Y así fue, casi media faena metido entre los pitones del toro, con partidarios y detractores, pero con el resultado de una faena alargada en exceso, que remató con una estocada trasera. Y nuevamente afloraron pañuelos, con la sempiterna duda de si fueron mayoritarios en los tendidos para que se concediese la oreja que le abría la puerta grande.

Poco prometedor fue el comportamiento inicial del tercero de la tarde, sin fijeza en el capote, picado a favor de querencia y doliéndose en banderillas, pero tuvo fe el extremeño Ginés Marín, quien brindó su faena al respetable. Comenzó doblándose por bajo y el toro perdió las manos, antes de sucederse varias series con la derecha, a media altura, templado, evitando que el toro tropezase la muleta y manteniendo el tono de una faena que bajó con el toreo al natural, porque por el pitón izquierdo le costó más al toro y hubo varios enganchones. Volvió a coger la muleta con la mano derecha y atacándole ligó otras dos series, con algo más de intensidad, pero sin terminar de calar en los tendidos. Tras un pinchazo dejó una estocada trasera y tendida y necesitó descabellar para finiquitar al astado.

El sexto permitió estirarse con el capote a Ginés Marín en los lances de recibo a la verónica, pero poco más, porque a la muleta, como la mayoría de los toros de La Palmosilla, llegó sin clase, ni casta ni entrega, todo lo contrario, defendiéndose, con muletazos a media altura de un Ginés Marín que, resignado, decidió abreviar tras pasarlo por ambos pitones. Se agradeció el gesto del torero, antes de dejar media estocada y un descabello para finiquitar al astado y poner fin a un festejo que se recordará más por el resultado numérico que por otra cosa.

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